Futuros profesionales dedican sus vacaciones a ayudar en El Bolsón
Viajan al interior para entregar donaciones; conviven y asisten a los lugareños
Algunos dicen que aprenden más allá que en las aulas. Otros, que la experiencia los reconforta tanto que no les importa “invertir” en estos viajes sus días de vacaciones.
Cerca de cien universitarios de la Asociación de Estudiantes para el Desarrollo viajarán el jueves próximo a El Bolsón. Tienen la agenda apretadísima: ampliar la Escuela de Carpintería, construir los cimientos y el contrapiso de la Escuela de Artes y Oficios, realizar varios trabajos de pintura y refacción de la Escuela Hogar N° 268.
Además de trabajar y de llevar elementos para cubrir necesidades inmediatas –como alimentos, medicamentos, computadoras, libros y útiles escolares–, los jóvenes van a ser protagonistas de un aprendizaje mutuo. Porque en este viaje la “tarea” de cada día es compartir.
La asociación nació hace más de 15 años en los centros universitarios del Opus Dei y en la Universidad Austral, aunque luego se extendió a distintas universidades de todo el país. Fernando Toller es profesor asociado de Derecho Constitucional y secretario académico del Doctorado en Derecho de la Universidad Austral. También es el organizador y promotor de estos viajes.
“Esta tarea tiene varios objetivos. Personalmente, dedicar un tiempo a ponerme el overol y aportar algo directamente me hace sentir muy bien. No hacemos asistencialismo, sino promoción humana. Por otro lado, es un modo de alargar la docencia con los universitarios”, contó Toller.
El profesor está convencido de que lo que allá aprenden los forma para toda la vida. “Me parece que hay que crear en ellos la conciencia de la solidaridad y el bien común. Ponerse en contacto con el dolor y ver cómo la gente de otros lugares aprende a ser feliz con mucho menos es muy formativo”, destacó Toller (5921-8000, interno 8255, e-mail: fernando.toller@fd.austral.edu.ar).
El plan de 2003 se divide en cuatro actividades: además del grupo que viajará el jueves a El Bolsón, unos 70 jóvenes cordobeses, mendocinos y tucumanos irán a San Antonio de los Cobres, en Salta, mientras que dos grupos más ayudarán a construir dos aulas en la ciudad de Salta y en la localidad bonaerense de Moreno.
Recuerdos imborrables
Mariano Lubín se recibió hace días de ingeniero naval. Aseguró que nunca olvidará el viaje a El Bolsón de enero de 2002. “La verdad es que yo venía de un año bastante agotador, porque había cursado muchas materias. Un amigo me venía avisando del viaje, pero como estaba muy atareado con la facultad no había confirmado nada hasta último momento”, recordó.
“Eramos casi 70 personas de varios lugares del país. Poco a poco fuimos entablando relación con todos y al finalizar la convivencia parecía que nos conocíamos de toda la vida porque habíamos pasado muy buenos momentos juntos”, agregó.
Un día típico, según Mariano, comenzaba temprano e incluía horas de trabajo hasta el mediodía. Almuerzo y anécdotas eran el prólogo de las tareas de la tarde. Después, la comida, las charlas y más anécdotas hasta la hora de dormir. “Nos acostábamos bastante tarde, pero la verdad es que seguimos el ritmo hasta el final porque lo estábamos pasando muy bien”, dijo.
“Los chicos del lugar venían todos los días a jugar con nosotros. Llegó un momento en que eran tantos que ya no podíamos trabajar... El 6 de enero fue un día memorable. Repartimos juguetes, jugamos todo el día con los chicos. Fue increíble”, recordó.
El resultado lo reconforta: “Recibimos más de lo que dimos. ¡La gente estaba tan agradecida! No tanto tal vez por los trabajos que hicimos, sino porque gente de lugares tan lejanos del país se había acordado de ellos. Lo notamos en todo momento: con el trato con el que nos recibían, cuando nos acercaban un mate en medio de nuestras labores o torta frita o una bandejita de cerezas. Daban hasta lo que no tenían –afirmó–. Mi experiencia personal fue inigualable.”
Francisco Limardo es ingeniero industrial. Compartió con Toller tres viajes a San Antonio de los Cobres. “Han sido experiencias muy positivas en las cuales aprendí muchísimo de las otras personas que viajaron conmigo y de la gente del lugar. Lo que más me llamó la atención es la sencillez de la gente y su sinceridad”, comentó el joven.
“La convivencia, en general, me parece muy buena y el hecho de que trabajemos junto a la gente del lugar al que vamos es el mejor recuerdo –dijo Carlos Omar Gorostegui, abogado, de 31 años–. Fui a varias convivencias, muy formativas en sentido integral: hacemos oración, trabajamos en diversas tareas, jugamos al fútbol y también suenan los acordes de alguna guitarra.”
Patricio Grondona es de los que trabajan en Buenos Aires. Está preparando su tesis para recibirse de psicólogo en la UCA y no puede acompañarlos, pero desde hace cuatro años es parte del equipo. “Cada uno aporta lo que sabe desde su profesión, pero más que nada vamos a trabajar”, dijo.
Aquí o allá, durante el año o en vacaciones, los jóvenes saben que la lección les enseñará mucho de la vida.