Hacer propia la necesidad ajena y darse a los demás
La organizaciones que gestionan centros de ayuda enfrentan serias dificultades para subsistir
Cuando un grupo de vecinos la convocó para "hacer algo", Cristina Gerez no titubeó. Era fines de 2001 y, con la crisis social en la cresta de la ola, quince hombres y mujeres del barrio Troncos del Talar, en Tigre, no quisieron quedarse de brazos cruzados ante el centenar de niños y adultos que pululaban descalzos por las calles de tierra pidiendo comida, algo, lo que fuera, para acallar los alaridos del estómago.
"Surgió entonces la idea de hacer un comedor, sabiendo que era muy difícil, porque la comida era lo que faltaba", explica Cristina, una porteña hija de santiagueños que vive en el barrio desde 1998. Decididos a no voltearle la cara a la miseria que brotaba a borbotones a su alrededor, y aunque en sus propias casas no sobraba nada, Cristina y sus compañeros hicieron malabares para parar la gigantesca olla que hacía falta. Tras organizar rifas y torneos de fútbol y truco, para recaudar algunos fondos, logrando además que un supermercado y una carnicería les dieran una mano, el 4 de marzo de 2002 abrieron las puertas de la casa de una de las vecinas del grupo, Ramona, y recibieron un primer aluvión de 75 niños. El centro comunitario Los Bajitos (entonces, un incipiente comedor con dos largas mesas improvisadas con tablones) daba sus primeros pasos.
Al mes de inaugurar, cuando Ramona no pudo prestar más su casa, Cristina ofreció la suya: la cocina comedor de su familia, donde comían ella, su compañero y sus cuatro hijos, empezó a recibir tres veces por semana a centenares de niños y adultos que, cuando adentro ya no cabía ni un alfiler, se apiñaban en el patio delantero. "En dos meses, llegaron a venir 485 personas", recuerda Cristina, coordinadora general de la institución.
A casi 12 años de la creación del comedor (que ahora brinda almuerzo y merienda de lunes a viernes), explica: "En 2006 fue cuando menos chicos recibimos: 175. Pero luego empezó a subir el número y hoy la necesidad sigue estando: tenemos más de 350 inscriptos".
Gracias a la donación de particulares, en 2010 (año en que Los Bajitos se convirtió en asociación civil) la casa de Cristina se convirtió en las actuales instalaciones: un amplio comedor, una cocina, un depósito y un consultorio médico. Además, se construyen dos nuevos espacios.
Hoy, el centro comunitario trabaja en las áreas de alimentación, salud, educación y desarrollo social. El equipo está integrado por una psicopedagoga, dos trabajadores sociales (cuyos sueldos se pagan gracias al aporte de padrinos), más de 18 mamás que llevan adelante la cocina (siguiendo un menú elaborado por nutricionistas) y limpieza, y voluntarios que se ocupan del apoyo escolar, los talleres recreativos, de alfabetización y culturales para chicos y grandes. Con el apoyo del municipio de Tigre, se trabaja con médicos del Centro de Salud de Los Troncos del Talar, que atienden el consultorio en Los Bajitos.
Según una relevamiento entre quienes asisten al centro comunitario, el 91% de la población adulta no tiene estudios secundarios. El 81% de las familias no tiene obra social, y el 69% de los jefes de hogar carece de empleo formal. Desarrollan actividades informales o de supervivencia.
Está en marcha el proyecto de ofrecer talleres de oficios para los jóvenes, entre ellos el de panadería, para el que sólo hace falta la donación de una sobadora.
Cristina agrega sobre sus "hijos del corazón": "Me da mucho orgullo cuando veo a chicos que han venido desde chiquitos acá y, a pesar de sus problemas, supieron superarse. Saben que cuando necesitan algo acá estamos".
Quienes deseen colaborar con Los Bajitos sumándose como padrinos, voluntarios o mediante la donación de alimentos o una sobadora, escribir a info@losbajitos.org.ar, llamar a Cristina al (011) 15-3441-0274 o a Pablo al (011) 15-6970-5714.
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