Honrar a las mujeres que hacen
Cuando de honrar se trata pienso en las mujeres. Quizás porque la primera mujer que honré es, fue y será mi madre.
Honrar es admirar, mirar, elevar tu ser, buscar la fuerza que a veces te falta y, por sobre todo, es arrodillarse y aceptar la posibilidad de ser quien sos.
“Si tus ojos son positivos, amarás el mundo”. Pero si tu lenguaje es positivo, el mundo te amará. El amor de una mujer está en sus acciones: ella mira con su corazón y siente con sus ojos. Una mujer es el banco donde cada miembro de la familia resuelve las preocupaciones, las heridas y la ira. Una mujer es el cemento que mantiene unida a la familia y su amor durará toda la vida”. (Madre Teresa de Calcuta)
La Madre Teresa es uno de mis grandes modelos por su humildad y aceptación del mundo, y por su caminar en ayuda de otros.
También honro y admiro a las mujeres que han sido maltratadas, por ser hermosas en su espíritu y muchas veces soportar el dolor, calladas y sin poder defenderse. Honro a las que conozco y también a las que no conozco.
También admiro y honro a madame Marie Curie, porque ser una científica dedicada a su materia, y en esa época me conmueve.
También admiro a Angela Merkel, por haber sido una mandataria con gran equilibrio y trabajo en equipo, que mostró una gran fuerza y armonía para ejercer el poder.
Pienso en una sociedad que reparte su sufrimiento especialmente a mujeres y niños, desde costumbres tradicionalistas que apresan a la mujer en un papel pasivo y resignado. Admiro así a todas las mujeres.
La mujer es un yo múltiple, y es un yo que sufre, pero también el yo que observa el sufrimiento. Cuando honro a las mujeres pienso en aquellas que, sin poder denunciar el crimen, la agonía, la miseria y el dolor del maltrato, se sienten desposeídas de cuidado.