Por la ciudad. Ibarra y las dos justicias
Aunque el juicio a Aníbal Ibarra, que formalmente empezará hoy, parezca de extracción netamenta política, al jefe de gobierno suspendido le sugirieron que preparara especialmente la defensa de las doce acusaciones que le hizo la Legislatura.
"Sólo si refuta esas acusaciones podrá producirse un debate interno en cada partido. Si no, las posiciones no se modificarán", confió un legislador local.
Y en eso anduvo Aníbal Ibarra durante las últimas semanas. Insistió en un discurso victimista poco productivo y puso a parte del gobierno a analizar la posibilidad de judicializar el caso -sí, aunque esté suspendido, influye en la Ciudad-, pero también estudió cada una de las incriminaciones. Será ésa, entonces, su primera opción. Sólo si no funciona avanzará hacia una táctica más agresiva.
En el gobierno porteño no muchos miran el futuro de Ibarra con optimismo. Probablemente sea él, incluso, quien haga el pronóstico más favorable de su situación.
En ese contexto, alrededor del mandatario buscan variantes para que recupere el poder. Aunque públicamente digan lo contrario, pocos creen que el juicio político vaya a atender las razones expuestas por el jefe suspendido.
Así, si no encuentra una salida política, el ibarrismo prevé llevar el caso a los estrados. De aquí que en las últimas semanas Ibarra haya insistido en que no sabe de qué se lo acusa. La idea es quitarle al juicio político todo elemento racional. Sin reglas claras, el resultado perdería validez. O, al menos, es como lo ven los fieles a Ibarra.
Más allá de esto, ¿sirve de algo la defensa de Ibarra o su caso sólo se resolverá en oficinas políticas?
Casi todos los legisladores actuaron hasta aquí con cautela. Pocos publicitaron su voto, por ejemplo. Y es que, mientras algunos sufren por la enorme responsabilidad que les toca cumplir y otros disfrutan de sus meses de fama, nadie desconoce que una excesiva exposición podría volvérseles en contra. Al cabo, deberán decidir si expulsan o no a un jefe de gobierno.
La reacción frente a semejante presión será uno de los intangibles que moderarán el juicio político. Y no sólo de parte de los 15 legisladores que integran la Sala Juzgadora, que lo recibirá hoy, sino también de sus referencias políticas nacionales. El gobierno porteño apuesta a que esto salve a Ibarra.
La presencia juzgadora de los padres de las víctimas también podría oficiar como modificadora directa de los votos. La perseverancia con la que los deudos visitaron a los diputados durante todo 2005 resulta un peso difícil de afrontar para el cuerpo político.
El juicio político, por lo tanto, no está definido. Ibarra deberá actuar con extrema sensibilidad política para convencer a los legisladores votantes -o a sus líderes- y, paralelamente, necesitará audacia y convicción para defenderse adecuadamente. En ese contexto, la ciudad afrontará desde hoy el juicio a su máximo gobernante. Será, por donde se lo analice, un hecho histórico.