Inquietud por el riesgo sanitario en el Rosedal
La aparición en el Rosedal de Palermo de unos "didácticos" carteles que invitaban a no arrojar preservativos sobre el césped y la difusión del caso de un niño de cinco años que fue sometido a un tratamiento de profilaxis contra el sida luego de introducir en su boca un condón usado que había hallado en las cercanías del museo Sívori instaló la preocupación vecinal por un posible riesgo sanitario en el parque Tres de Febrero, la nueva zona roja de la ciudad.
La inquietud alcanzó, incluso, a la diputada porteña Fernanda Ferrero (Juntos por Buenos Aires), presidenta de la Comisión de Protección y Uso del Espacio Público de la Legislatura, que redactó un pedido de informes al Poder Ejecutivo en el que indaga si la Secretaría de Salud tiene conocimiento sobre profilácticos desechados en el espacio público y si emitió recomendaciones sobre cómo actuar.
También pregunta Ferrero si la empresa a cargo del servicio de mantenimiento del espacio verde adoptó medidas especiales por el uso del predio como centro de comercio sexual y sus posibles implicancias.
Voceros de la Secretaría de Producción y Desarrollo Sustentable porteña, de la que depende la Dirección General de Espacios Verdes, que supervisa la higiene de plazas y parques, indicaron a LA NACION que sí fue reforzado el operativo de limpieza en el lugar cuando prostitutas y travestis trasladaron allí su actividad, tras la reforma del Código de Convivencia.
"La concesionaria adelantó una hora, de 8 a 7, el comienzo de las tareas. Los preservativos encontrados reciben el mismo tratamiento que todos los demás desechos hallados en espacios verdes", dijeron las fuentes.
Controles insuficientes
Parece que los controles no resultaron suficientes. El 9 de febrero último, un niño de cinco años -la identidad no será revelada por cuestiones de privacidad- paseaba cerca del museo Sívori con su mamá y su tía. Con la inocencia de la edad, se llevó a la boca un condón que levantó del pasto.
"Mi hijo terminó con un tratamiento por varios meses para evitar la reproducción del HIV. Médicos del hospital Ricardo Gutiérrez le indicaron vacunas contra la hepatitis B y lo medicaron contra las enfermedades venéreas. Acaba de hacerse el último examen. Todavía no respiro tranquila", relató la mujer a LA NACION.
Según la diputada Ferrero, "la gravedad de esta denuncia nos obliga a repensar las consecuencias de las políticas públicas".
La opinión del infectólogo Pedro Cahn, presidente y director científico de la Fundación Huésped, calmó las aguas. "La posibilidad de sobrevida del virus fuera del organismo es mínima. En este caso, en el que presuponemos que pasaron varias horas hasta que el chico ingirió el contenido del preservativo, el riesgo de contagio era ínfimo. Hasta resulta discutible si la profilaxis estaba indicada", dijo el experto a LA NACION. Y ahondó: "Ya el sexo oral con eyaculación es una práctica de bajo riesgo en relación con el sexo vaginal o anal".
"No queríamos ofender"
¿Por qué, entonces, los carteles? Los voceros de la Secretaría de Producción aclararon que las señales "no fueron colocadas por el gobierno porteño" y que, tras la consulta, fueron retiradas "porque eran ilegales".
Los verdaderos autores se sorprendieron. "¡No puedo creer que los hayan bajado por eso! Algunos organismos no ven más allá: las intenciones y el bien común. Nosotros tratábamos de avanzar un poco, porque creemos que el cambio empieza en los individuos", expresó Paula Llapur, una argentina de 23 años, radicada en Chile, que ideó los carteles con su amigo Marcelo, de 30.
"No queríamos atacar a nadie, ni ofender. Las cosas suceden porque varios niveles en la sociedad las permiten. Más que señalar a un culpable, buscábamos crear una conciencia de limpieza", sintetizó.
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