La educación del "vale todo"
Es bien sabido que la adolescencia es una etapa difícil y pasional, pero cuando se llega a atravesarla con ciertas condiciones previas deficitariamente internalizadas, se torna doblemente peligrosa.
En la sociedad posmoderna se observa cada día más la insuficiente dedicación a la responsabilidad paternal de educar bien a los hijos.
Se evita el esfuerzo que implican los vínculos personalizados con diálogo, juegos y amor, donde se puedan pautar límites necesarios en la infancia, desde sus primeros años; se cae así en el facilismo de abandonar excesivamente a niños y adolescentes frente al televisor, la computadora y los videojuegos.
Hay muchas observaciones hechas desde distintos ámbitos -desde el psicoanálisis, la sociología, los medios de comunicación, el cine, etcétera- en las que se refleja que esta "cultura de la imagen" sin la intervención adecuada de padres y educadores es generadora de violencia.
Pasamos de los tiempos de una educación rígida y sádica de "la letra con sangre entra" a lo opuesto: hijos sin límites, en una situación que rápidamente puede derivar en el "vale todo".
Ese "vale todo" es lo que parece haber guiado a esta patota juvenil que mató cobardemente y, quizá, sin plena conciencia de los riesgos que implican los actos notoriamente violentos, como el apedrear a una persona indefensa.
La tendencia al inmediato pasaje al acto sin la intermediación de la reflexión ni pensamientos racionales es más fácil de observar en adolescentes que tuvieron este tipo de educación relacionada con el "vale todo" en su infancia.
En otras ocasiones esta educación también facilita el camino a las adicciones, y no necesariamente excluye la conjunción con actos delictivos.
Es frecuente en los hijos varones que los padres no impongan límites en los juegos que se tornan violentos; y en la salida social que lleva a la pubertad se observan entonces adolescentes más violentos.
La irrupción poderosa de impulsos eróticos y violentos que trae la adolescencia es mucho más difícil de controlar cuando no hubo figuras interdictoras que hubieran estimulado y enseñado en la niñez.
Para vivir en sociedad hay que sofocar las tendencias hacia la violencia de cualquier tipo, utilizando como herramientas las palabras, el buen decir, la referencia a la ley y a la autoridad para mediar en situaciones conflictivas.
Es dable acompañar lo anteriormente enunciado con la descarga que permiten los deportes, las artes y las inquietudes científicas en la pubertad, con el beneficio extra de que cualquiera de estas actividades redunda en un enriquecimiento personal invalorable.
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