Verano 2006 en Punta del Este. La Mansa, paraíso del relax, la familia y los deportes náuticos
Los que buscan la tranquilidad eligen estas playas, donde la arena es más blanca
PUNTA DEL ESTE.- Por años estuvo relegada a un segundo plano, pero de a poco resurgió de las arenas -más blancas y finas, según destacan sus habitués- y hoy lucha por estar a la altura de lo que piden los exigentes turistas que llegan a la ciudad.
Los paradores de La Mansa están dando pelea. Decididos a atraer hasta sus tranquilas aguas a todo aquel que visite este exclusivo balneario uruguayo, ofrecen servicios y propuestas bien diferenciales para públicos que privilegian la tranquilidad a la intensa y ventosa movida de La Brava. Pero no es fácil. Para muchos dueños de paradores es una batalla desigual, ya que no tienen grandes empresas que los auspicien -todas ellas ponen su dinero y sus banderas en La Brava- y deben recurrir a otras fuentes de financiamiento, como más sponsors, pero de menor envergadura.
Mario Cáceres no se queja. Está a cargo del parque acuático de Playa 12, uno de los paradores de mayor convocatoria de La Mansa por la cantidad de servicios que brinda. Entre otras cosas hay Internet, juegos en red, cabinas telefónicas y servicio de sombrillas y reposeras en la pileta.
"Esta es una playa para los chicos, porque el mar es muy tranquilo. Por eso todo lo que es diversión es muy fuerte -cuenta-. Pero también hay actividades para los padres. La gente que viene de vacaciones busca un lugar que le brinde todo: comodidad, seguridad y servicios."
Meca de la familia y refugio de personas que escapan o poco entienden de modas y "ondas", La Mansa es también un polo atractivo para el turismo ABC1, fundamentalmente desde que el Conrad Resort & Casino abrió sus puertas en la parada 3.
A este hotel cinco estrellas se le sumaron los nuevos emprendimientos inmobiliarios de alta gama, como los edificios Le Jardin y Aquarela, en las paradas 16 y 18, respectivamente, que estarán listos en 2007 y que aportan un toque de distinción a la zona.
Movida playera
La actividad de La Mansa se concentra, sobre todo, entre las paradas 1 y 12. Allí se pueden practicar deportes acuáticos a vela o motor o llevar a los chicos a las piletas y toboganes de agua del parque acuático que funciona en el balneario de la 12. Y para los que no les gusta el agua, siempre está la opción de saltar y dar vueltas en una colchoneta sujetado a un arnés hasta que las piernas o la cabeza digan basta.
Los grandes, mientras tanto, pueden entregarse a las suaves manos de Joana, que hace todo tipo de masajes por 20 dólares la hora o 12 dólares la media hora. Pero eso no es todo: también se puede consultar qué deparará el futuro con una tarotista que tira las cartas por 10 dólares.
Para los más inquietos también está la opción de moverse un poco. A las siete de la tarde, cuando el sol ya no pega tan fuerte, hay clases de gimnasia cerca de la orilla, con música brasileña.
En la parada 10, considerada zona apta para la navegación a vela, la familia Taboada se divierte a bordo de un catamarán que alquilaron por 45 dólares la hora en la guardería Aloha. Amantes de la navegación, los Taboada son habitués de La Mansa.
"Nos gusta mucho, no la cambiamos por nada", dice papá Jorge, mientras intenta estacionar en la orilla su vehículo a vela. "Es un ambiente muy tranquilo y familiar. Para los chicos es ideal", agrega mamá Susana, enfundada en un salvavidas azul.
En cambio, los Simons hacen doblete: por la mañana van a La Brava y a la tarde eligen La Mansa. "A mí me gustan mucho las olas, pero después del mediodía empieza a soplar un viento que no se puede estar. Entonces venimos a estas playas", comenta Juan, el jefe de familia, debajo de una sombrilla, a buen reparo del sol.
También están los que eligen estas arenas por la vista a la isla Gorriti y los cruceros que llegan de todas partes del mundo y paran frente a estas playas. "Además está el atardecer, que por este lado es único", agrega Connie, una veinteañera que prefiere la tranquilidad antes que el ruido.
Una elección que parece común a todos los que posan sus pies en las blancas arenas de La Mansa.