La ola no está de fiesta
El calor extremo mata, la irresponsabilidad de muchos comunicadores sociales hace el resto
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La derrota cultural
El calor representa un serio riesgo para nuestra especie, más allá de la discusión por el cambio climático. Se traduce en menos agua, menos alimentos, menos energía, menos calidad de vida. El segmento del año que una persona más sufre las condiciones meteorológicas es el verano y por eso coincide con los días de vacaciones. Durante un período de altas temperaturas hay porciones de nuestra sociedad que sufren riesgo de vida. Pero se intenta instalar el verano como algo agradable cuando una ola de calor en Buenos Aires estadísticamente deja más muertos que huracán en Miami. Una persona que camina por la calle en medio de las ráfagas durante el paso de un ciclón tiene las mismas posibilidades de perder la vida que alguien que padezca alguna enfermedad crónica salga a la calle con 37°C sin cumplir los protocolos básicos. La diferencia principal radica en que todos los comunicadores del norte se desviven en alertar a la población mientras que los presentadores locales llegan al punto de festejar la llegada del verano. En el hecho que frente a alguna cámara o algún micrófono se valore positivamente un día de cielo despejado y calor extremo reside la principal arma del calor para agarrarnos con la guardia baja y hacer estragos en parte de la sociedad.
La farsa y el marketing
Los porteños sufren el verano. Acá no hay playa ni nada parecido. Estamos bendecidos por vivir pegados a una inmensa fuente de agua dulce y el tiempo nos dará la razón, pero por el momento el calor en esta ciudad se sufre como en las peores partes del mundo. Se suma la inercia térmica que plantea tanto cemento que impide que la temperatura baje por la noche transformando a nuestra urbe en una isla de calor. El bombardeo publicitario da a entender que todos aman al período estival. Pero llega el calor y todos prenden el aire. Llega el verano, se van a la playa y todos pagan fortunas…por la sombra. La gente padece las altas temperaturas, en la fábrica, en el transporte público, en los techos de chapa, en las colas para los trámites, etc. Pero esta historia no está contada por la clase trabajadora sino por, justamente, los que viven en condiciones diametralmente opuestas a ella. Si lograron cambiar el color del traje de Papa Noel poco les cuesta vender este fiasco como si fuera un Black Friday. Sería una apasionante discusión de marketing si no hubiera vidas en juego.
El año que vivimos en peligro
La ola de calor más extensa de nuestra historia moderna meteorológica fue en 2013, comenzó el 11 de diciembre y se extendió hasta el 4 de Enero del siguiente año. Toda la zona central y norte del país fue sometida a temperaturas que superaron los 40°C. En Santiago del Estero se documentaron once víctimas fatales por el golpe de calor, en Paraná los paros cardiorespiratorios y las descompensaciones dejaron nueve muertos. Se necesitaron dos dígitos para contar los fallecimientos por accidentes producidos por las altas temperaturas en cada capital de cada provincia. En Estados Unidos, la bestial temporada de huracanes 2017 dejó menos víctimas fatales.
El calor extremo mata
Los niveles de alerta por ola de calor se crearon a partir de la súbita variación de los índices de mortalidad de esta ciudad. Estadísticamente la cifra de fallecimientos diaria en Buenos Aires es siempre muy parecida, variando en un rango muy acotado. El único factor que logra modificar esa variable es el calor extremo, cuando el número de decesos cambia radicalmente. No hay otro evento que modifique tan drásticamente la tasa de mortalidad por algunos días. Si partiéramos del punto de comunicar que la vida de muchos bebés y muchos abuelos esta en serio riesgo, aunque suene apocalíptico, se podría atenuar la curva. Si tenemos las agallas de poner en el paquete de cigarrillos a una persona agonizando y una leyenda que dice “fumar mata” ¿por qué no podemos hacer lo mismo ante un escenario de golpe de calor? Preferimos barrer las migas debajo de la alfombra y poner una placa que diga “Explotó el verano” como toda respuesta a la amenaza hacia los más vulnerables.
Quiero cerrar este furioso panfleto anti estival aconsejando seguir al pie de la letra las recomendaciones de los equipos de salud. En los eventos meteorológicos extremos la mayoría de las muertes tienen que ver con la falta de precaución y esta no es la excepción. La actitud de “a mí no me va a pasar” es la que se cobra más cantidad de víctimas. Es fundamental la hidratación, comer liviano, usar ropa clara, no exponerse directamente al sol, no tomar alcohol, no hacer actividad física, darse una ducha fría, no consumir bebidas dulces o mucha cafeína y no tomar bebidas calientes. Intente que la abuela hoy no salga de casa y déjela al lado del ventilador. Hoy se deben amamantar a los bebés con mucha mayor frecuencia.
Es un día muy difícil para todos. Las porciones etarias extremas pueden estar bajo serio riesgo. Esta es solo mi versión de los hechos. Pueden sintonizar a cualquier locutora o periodista que festeje el día de hoy, que te diga que el verano es una fiesta y que acá no pasa nada porque un abuelo muerto por el calor nos tira abajo toda nuestra impostada buena onda.
@JopoAngeli