Las metamorfosis de un diario
El ejemplar de LA NACION que el lector tiene hoy en sus manos es el resultado del trabajo de 142 años. Cuando los 1000 ejemplares de la primera edición ganaron la calle el 4 de enero de 1870, Bartolomé Mitre, su fundador, hacía dos años había dejado la presidencia de la Argentina y había vuelto al llano. Se disponía a defender con la pluma las ideas republicanas que antes había defendido en la arena política. Hoy sigue siendo necesario sostener esas ideas mediante el ejercicio del periodismo despierto y profundo.
Este ejemplar es también el resultado del trabajo de 18 meses. En marzo de 2011 un equipo de profesionales de la Redacción de LA NACION asumió el desafío de repensar el diario papel y el modo en que cada día se produce. ¿Qué consecuencias tiene para un diario como LA NACION la transformación de las audiencias a raíz de los cambios sociales, tecnológicos y políticos de este joven siglo XXI? ¿Cómo reinterpretar la madura relación de confianza entre un diario y sus lectores? En definitiva, ¿cuál es el papel del papel en este nuevo contexto? Las respuestas provisorias –en estos asuntos y tiempos siempre lo son– se encuentran "dispersas" en las páginas de este ejemplar. En estos 18 meses, el trabajo sobre el diseño y el modelo editorial demandó, entre otras cosas, agotadoras jornadas de ideación, fuertes discusiones y el desarrollo de cientos de prototipos, muchos de los cuales, claro, terminaron en el tacho de basura. En un contexto de certezas en baja, LA NACION apuesta hoy a algunos recursos editoriales que esperamos que hagan más interesante la experiencia de leer el diario.
Este ejemplar, finalmente y como todos, es el resultado del trabajo de un día. Ayer, como cada jornada, investigamos documentos, contactamos fuentes, entrevistamos gente, pensamos, conversamos sobre la mejor manera de encarar un tema, hicimos producciones fotográficas, escribimos historias, diseñamos páginas y decidimos el menú con el que hoy llegamos a más de 350.000 hogares, reeditando el ritual que convierte a un montón de hojas impresas en un diario.
Julio Cortázar lo llama "una excitante metamorfosis" en el relato "El diario a diario", incluido en Historias de cronopios y de famas. Un señor toma un tranvía –narra Cortázar– después de comprar el diario y ponérselo bajo el brazo, pero al bajar y luego de leerlo ya no es el mismo diario, sino un montón de hojas impresas que abandona en un banco de plaza. A la espera de otro lector, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario. Y luego de varias lecturas y abandonos, termina empaquetando medio kilo de acelga.
Luego de cumplir con su parte del ritual, ése es el destino final posible para este ejemplar de LA NACION que hoy tiene entre sus manos el lector. Sin embargo, al leer estas líneas, el lector se habrá convertido él mismo en protagonista de la cadena de excitantes metamorfosis.
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