El análisis de la noticia. Las obras, la basura y las casualidades
Por José Ignacio Lladós De la Redacción de LA NACION
Veamos el escenario menos contemplativo: cayeron 35 milímetros en 25 minutos y, después de un par de años de creerse a salvo de las inundaciones, barrios como La Boca volvieron a sufrir anegamientos; hubo un muerto, se padecieron apagones, se derrumbó el techo de un estacionamiento y dejaron de funcionar varios semáforos. Primera lectura: ¿y las obras para contener inundaciones?
Estudiemos ahora los atenuantes: la ciudad soporta, en promedio, 22,5 milímetros cada media hora en los barrios más altos; el alerta meteorológico no llegó a tiempo, las bolsas de basura taparon los desagües antes de ser levantadas por las recolectoras y, con todo esto junto, el trabajo de Emergencias se dificultó por la acumulación de agua. Aun así, en una hora la ciudad había recuperado la luz, los semáforos, la circulación vehicular. Segunda lectura: ¿mala suerte?
Hubo, sin duda, una convergencia de situaciones fortuitas que complicó la situación. Y existe, también, un límite relativamente bajo en la capacidad de absorción de agua. Evidentemente, cuando llueve fuerte, la ciudad sufre.
En los últimos cuatro años y medio, primero con Abel Fatala y después con Roberto Feletti, el gobierno porteño realizó mejoras en el sistema de conducción subterránea de agua, en los sumideros y en los desagües. La capacidad de absorción era entonces aún menor que la actual. O sea: la ciudad se inundaba más rápido que ahora.
Pero no alcanza, evidentemente. Influye que muchos de los trabajos necesarios no se hayan terminado y que la crisis de 2001/2002 haya desembocado en demasiadas demoras. En algunos casos, esto pudo haber sucedido por desidia o inacción. En otros, por una decisión política que priorizó las áreas sociales antes que la infraestructura. Pero también ocurre que la complejidad de las obras hidráulicas implica, necesariamente, un tiempo prolongado de ejecución. Feletti, por ejemplo, anunció que no se verá el trabajo completo hasta 2009.
Con todo esto, resulta aún más complejo prever un anegamiento cuando el alerta meteorológico llega quince minutos después del pico de la tormenta. Y ni hablar de solucionarlo cuando las bolsas de basura impiden el desagüe.
Curioso debut este de las nuevas empresas de recolección: antes de levantar los deshechos debieron esperar que la Subsecretaría de Emergencias liberara los sumideros. No es responsabilidad de las recolectoras, obviamente, esta convención porteña de sacar la basura de 20 a 21. Y menos la casualidad de que justo en ese momento se haya producido la tormenta.
La gestión que conduce Feletti deberá ahora acostumbrarse a soportar las broncas de los porteños cada vez que al clima se le ocurra complicar la vida de la ciudad. Mientras avanzan las obras y las licitaciones, como mucho puede pedirle a la gente que no saque la basura o que se cuide. Pero no más.
Feletti es un hombre ejecutivo, pero no hace milagros. La infraestructura de la Capital no tolera una tormenta que supere los 45 milímetros en una hora o los 22,5 mm en media hora, como sucedió anteanoche. Es la realidad porteña.
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