Los abuelos que se llevan a los nietos de vacaciones, los grandes aliados de los padres para cerrar el año
Los viajes a la playa, a una quinta o incluso quedarse a dormir en las casas que tienen pileta son cada vez más frecuentes como una manera de aliviar el estrés de los padres a fin de año
Adriana y Marcelo Ceballos ejercen por estos días uno de los roles que más los llena de orgullo: el de abuelos. Estar en la playa, rodeados de sus cinco nietos, pasando tiempo juntos mientras los padres hacen malabares para terminar el año. Este ritual, que repiten dos veces al año, es el mejor broche para cerrar el 2017: instalarse en “la casita del mar”, como llaman los nietos a la residencia que tienen en Costa Esmeralda, en el límite del partido de Pinamar.
Ahí, el trabajo de abuelos es a tiempo completo: “Nos adentramos en el bosque, jugamos al pato ñato, corremos sapitos, saltamos olas hasta que se nos destartalan los brazos, hacemos pozos en la arena hasta llegar al agua y, los días de lluvia, toca siesta con cuentos inventados, donde los nietos son los protagonistas exclusivos”, cuenta Adriana, orgullosa.
En esta época del año, cuando los más chicos de la casa terminaron las clases y todavía no empezaron la colonia o se fueron de vacaciones, los abuelos se convierten en los grandes aliados de los padres, que transitan con batería baja los últimos días del año. Sucede que pocas veces la logística familiar se vuelve tan compleja como en el período de ventana que queda entre el fin de las clases y el comienzo oficial del nuevo año. Y son muchos los abuelos que se ponen al frente del operativo nietos: ya sea porque se los llevan unos días de vacaciones, porque se instalan con ellos en la playa o en alguna quinta o porque les arman la pileta en el fondo de la casa.
Ese es el caso de Adriana y Marcelo, que resignaron días de descanso y relax para dedicarse a sus cinco nietos: Memi y Espi, de seis años, Fini de tres, Beto de dos y Aurora de dos meses. No todos se quedaron la temporada entera: algunos fueron y vinieron y, los más chicos, estuvieron acompañados por los padres.
Todos a la playa
Algo parecido propuso este año la abuela Tita, que les prometió a sus nietos mayores, de entre 11 y 20 años, que se iría una semana a la playa con todos los que no se llevaran ninguna materia a diciembre. Y los nietos se lo tomaron muy en serio. No hubo bajas: hace dos semanas se instalaron los once nietos y la abuela en un apart en Cariló. Ocuparon varias habitaciones y, sin dudas, fue el grupo más ruidoso y divertido de los que veraneaban en esa playa. Salieron a comer, hicieron largas caminatas por la playa juntando caracoles, se metieron al mar, jugaron a las cartas y disfrutaron de compartir tiempo entre primos, hermanos y, sobre todo, con la valiente de la abuela que no se le achicó a la multitud de nietos. Volvieron hace unos días bronceados, afónicos y muy contentos con la experiencia. Tanto que la abuela ya prometió que volverá a repetirlo el año que viene. Eso sí: siempre y cuando nadie se lleve materias. Y las nietas más chicas, ya esperan con ansias cruzar la barrera de los once años para sumarse al grupo.
“Cuando les cuento a mis amigas que mis hijas mayores se fueron de vacaciones con mi mamá, se sacan el sombrero. Y todos quieren tener una abuela como Tita cerca”, cuenta Luciana, una de las hijas de esta súperabuela.
Historia repetida
“Cuando nació mi primera nieta, vino inmediatamente a mi mente la imagen de mi abuela: los paseos por la plaza Congreso, por Harrods, aquella feria en Caballito, el almacén colmado de cajas de galletitas en latas. Ella esperaba con dedicación y paciencia que me cansara de las hamacas, que besara a Papá Noel. Hoy trato de parecerme a ella con mis nietos y busco ser una abuela presente. ¿Cómo no practicar lo que aconsejo y proclamo?”, dice Adriana Ceballos, que además de abuela es terapeuta familiar.
El operativo fin de año no fue sencillo en la casa de Florencia Bauzá. Ella es diseñadora, y su marido, psicólogo. Los dos están con mucho trabajo en este fin de año, y el final de clases y actividades como guitarra y comedia musical obligó a pensar un plan B para Francisca, de diez años y Josefina, de siete.
“Los abuelos se ofrecieron a llevárselas a Uruguay unos días, pero yo todavía no me animo a que se vayan a otro país. Son chiquitas. Pero, como mi papá trabaja desde su casa, en Vicente López, la casa de los abuelos se convirtió en la sede del verano”, cuenta Florencia.
Francisca y Josefina se suman a los otros primos y amigos que van a pasar el día a la casa de los abuelos Hugo y Malena. “Es como una colonia pero sin profes. Con más libertad, porque es la casa de los abuelos. Como somos cuatro hermanas, siempre nos organizamos para que en distintos momentos del día alguna pase y sirva algo de comer a los más chicos, unte protector solar y esas cosas. O después, el que va para la hora de la cena se encarga de repartir a los chicos en las casas o de organizarlos si se quedan a dormir en la casa de los abuelos. Es una época de más libertad, porque no hay colegio y nuestras hijas la disfrutan muchos, en compañía de los abuelos”, cuenta Florencia.
Malena, la abuela, todavía está en actividad como historiadora del arte, por lo que es Hugo, académico y doctor en letras retirado que trabaja desde su casa, el que se pone al frente del operativo nietos en verano.
Ana, la otra abuela, también es una gran aliada durante esta época del año. Aprovecha a llevarlas al teatro, a hacer planes por la ciudad, o las invita a se quedan a dormir en su casa y organiza la noche de chicas. Los padres, agradecidos.
Más leídas de Sociedad
"Fuertes y severas". Alerta amarilla en el AMBA y otras siete provincias por tormentas y lluvias
Tomar distancia. Los consejos de una neurocientífica para “deshabituar” el cerebro y evitar situaciones que nos hacen daño
Ni “posdengue” ni Covid. Revelan una infrecuente causa detrás del reciente aumento de las neumonías