Los ministros de Educación duran en los cargos menos de dos años
El dato surge de un promedio hecho por una ONG al analizar información desde 1983; los expertos advierten que ese tiempo en el puesto no alcanza para impulsar reformas en el área
Volátil, inestable, errante. El trío de adjetivos bien podría hacer referencia al dólar en una coyuntura económica como la actual. Sin embargo, desde el retorno de la democracia en la Argentina, las mismas calificaciones pueden encuadrar con la figura de los ministros de Educación que desfilaron durante estos 35 años. Desde 1983 hasta hoy hubo 18 funcionarios nacionales, y la duración promedio no alcanzó los dos años completos.
Los datos surgen del informe ¿Cuánto duran los ministros de Educación en la Argentina?, que elaboró el Observatorio Argentinos por la Educación. La organización indagó en la lista de los titulares de esa cartera durante las últimas tres décadas. El promedio de duración (1,9 años) surge de dividir los años del período democrático por la cantidad de nombres que ocuparon el cargo. Este fue el disparador para que los directivos del observatorio plantearan cuestiones como la relación entre el tiempo de permanencia de un ministro y la continuidad de las políticas educativas; el compromiso del Poder Ejecutivo con la temática o el liderazgo persistente como una condición necesaria para emprender reformas.
Entre 1983 y 2018, las presidencias con mayor rotación de ministros del área fueron la de Raúl Alfonsín, que tuvo cuatro funcionarios en cinco años y medio, y la de Fernando de la Rúa, con tres ministros en dos años. En su administración, entre 1999 y 2001, la lista incluyó a Juan José Llach, Hugo Oscar Juri y Andrés Delich.
En todo el período democrático solo hubo dos mujeres en el cargo: Susana Decibe, entre 1996 y 1999, durante el mandato de Carlos Menem, y Graciela Giannettasio, que ocupó el cargo durante 14 meses, entre 2002 y 2003, en el período Puerta-Duhalde.
El informe señala que el funcionario de mayor permanencia en el puesto fue Alberto Sileoni, durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, con seis años y medio de gestión. También Daniel Filmus fue constante durante el mandato de Néstor Kirchner, entre 2003 y 2007.
"Las reformas educativas requieren de un liderazgo persistente y, por lo tanto, la duración de los ministros puede verse como una condición necesaria para llevar adelante reformas -plantea Ariel Fiszbein, director del Programa de Educación para el Diálogo Interamericano-. Sin embargo, al mismo tiempo, la duración por sí sola puede ser solo un síntoma de inercia en la política educativa y no de cambio que se sostiene en el tiempo".
La inestabilidad no es una condición excluyente de los funcionarios. En ese mismo período, el Ministerio de Educación también cambió de denominación siete veces. Fue Ministerio de Educación y Justicia con Alfonsín, compartió rango con Ciencia y Tecnología en la gestión de Filmus y tuvo de compañera a Cultura durante un par de períodos.
Para la socióloga Inés Aguerrondo, especialista en educación, el tiempo y la inconstancia son factores importantes, pero según la experta habría que anteponer bajo la lupa las herramientas de gestión con las que cuentan los ministros de Educación en relación con otros titulares de carteras. "El de Educación es un ministerio que está ?formateado' con la lógica del Estado del siglo XIX. No hay profesionalización ni informatización, y en consecuencia no hay toma de decisiones sobre la base de evidencias. La distancia entre la estadística y la realidad es enorme, y es el que tiene menos capacidad de manejo de la información en comparación con otras carteras", opina la experta. Y considera que esta problemática se extiende en toda la región y que, salvo algunos esfuerzos de mayor impacto reportados en Ecuador, Brasil y Chile, la situación es similar en toda América Latina. De hecho, según datos del mismo informe, el promedio de duración en la región es de 2,3 años. "El Estado latinoamericano no tiene músculo ni capacidad para gestionar. Por eso, sería bueno que, si la educación no es una política de Estado, como sucede en nuestro país, fuera por lo menos una política de gestión. O sea, que el presidente en funciones se comprometiera de tal manera que su política educativa no cambie porque cambia el ministro", advierte Aguerrondo.
El liderazgo, en la mira
Los especialistas coinciden en que un mandato de corta duración dificulta la implementación de reformas y que la alta rotación puede opacar también la expresión de un liderazgo educativo. Como decano de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, Julio Durand reconoce que el tiempo es un factor clave, pero no el único, y coincide con Aguerrondo en que la falta de información es parte significativa del problema. "Por un lado, no hay datos suficientes, y los que hay no son accesibles. Sin estos requisitos es muy difícil gestionar. Hasta las grandes universidades del mundo tienen un departamento que se dedica de forma exclusiva a generar análisis de toda la información disponible para la toma de decisiones", comenta Durand, que critica la distancia entre el discurso de los gobernantes y lo que sucede arriba del escenario. "Nadie se atreve a negarle importancia a la educación, pero luego no se la acompaña en los hechos, y la reducción de presupuesto es una de las primeras muestras de ese desfase".
En la Argentina, sin embargo, la volatilidad de los funcionarios se extiende por los distintos ministerios. Economía se adjudica el promedio de duración más bajo (con 1,3 años), seguido por Defensa (1,7 años) y Salud (1,8 años). Los ministros de Relaciones Exteriores y Justicia son los que más prevalecen en sus cargos, con un promedio de poco más de dos años. "Si bien la mayor duración de un ministro en el cargo no es garantía de mejores resultados, sí resulta una condición favorable para implementar reformas y sostener la continuidad de las políticas", asume Ignacio Ibarzábal, director ejecutivo del Observatorio Argentinos por la Educación.
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