Lujo y previsión en el cementerio narco
CULIACAN, México.- Aquí es más fácil ver a los narcotraficantes en el cementerio que en la calle. Lejos de ostentación, los jefes del Cartel de Sinaloa, Joaquín Guzmán, "Chapo", y su lugarteniente Ismael Zambada, "Mayo", se refugian quién sabe dónde. Sus sicarios y gatilleros ya no se muestran, aunque "te los puedes cruzar en un restaurante o un centro comercial", dicen aquí quienes los conocen.
Donde descansan tras una vida en el delito es en el cementerio Jardines de Humaya, a media hora del centro de esta ciudad, camino a Mazatlán. Es el camposanto de los narcos.
En el cementerio, que supo albergar a ricas familias de agricultores y empresarios locales, ahora, además, se destacan las tumbas de los poderosos del hampa. En medio del camposanto, a la derecha de la entrada, están las más monumentales. Dos pisos, mármol rosado, paneles solares para alimentarlos con energía eléctrica. Jardines de Humaya se expande: se preparan 200 tumbas a ras del suelo, construidas con cajas metálicas rodeadas de concreto, hundidas unos dos metros.
Se esperan más bajas en la guerra del Estado contra los narcos y entre los carteles entre sí. En esta ciudad, donde el ruido de una ametralladora puede interrumpir la vida en cualquier esquina o una frenada de autos termina con alguien que desaparece, la relación entre los sinaloenses y los integrantes del cartel es equívoca.
Por un lado, los conocen; algunos son sus vecinos o saben de alguien que trabaja para ellos, llevando alguna carga o como guardaespaldas. Hay quienes tienen cierto sentimiento de admiración; tal vez el que da la posibilidad de enriquecerse súbitamente, aun a riesgo de la propia vida.
Otros, en cambio, les temen. De hecho, en una charla de café, Andrés Basualdo Quintero baja la voz cuando se le pregunta por el "Chapo" o cuando relata cómo fue asesinado su hijo.
Alberto Mena Mora maneja su taxi por la ciudad rumbo al cementerio y reflexiona: "Los narcos son buena gente; se portan bien, si te portas bien; si no, ya ves cómo nos va ahorita".
Los cinco enterradores del cementerio son más desconfiados. A media mañana, en un alto de su tarea de cavar nuevas tumbas, ninguno ellos dice saber nada sobre narcos enterrados aquí. En el fondo de la necrópolis, en una improvisada herrería, un tímido obrero asegura: "Sí, los vienen a festejar. Una vez por año traen bandas y les tocan toda la noche". Lo sabe porque duerme aquí y los escucha. Nunca se le ocurrió interrumpirlos, según dice.
Grandes y chicos
En una tumba de dos pisos, con vidrios polarizados, está enterrado aquí Gonzalo Araujo Payán, el jefe de sicarios del Cartel de Sinaloa, asesinado de un tiro en la cabeza, en su casa. Imbuidas de la particular idea de la muerte que tienen los mexicanos, aparecen las tumbas de niños, enterrados con todos sus juguetes. Barbies, autos de colección, mochilas escolares y hasta la máscara de Batman se mezclan con ofrendas florales mustias. Ahí está la tumba de otro chico, fotografiado con una pistola. Murió a los 15 años. Dicen aquí que era muy allegado a los guardaespaldas de un narco.
Benjamín Herrera también tiene en su tumba una foto: aparece con un fusil, en medio de una plantación de marihuana. También aquí están la esposa y los hijos del "Güero" Palma, asesinados. En una capilla chiquita descansa una leyenda del narco local: Inés Calderón Quintero, que murió en 1988, no sin antes matar a dos policías en el enfrentamiento armado.
Los narcos más poderosos eligen sus ranchos o haciendas para tener su propia tumba. Amado Carrillo Fuentes, el "Señor de los Cielos", que estuvo en la ciudad bonaerense de Balcarce, tiene su mausoleo en Navolato, a 30 kilómetros de aquí. Edgar Guzmán, hijo del "Chapo", asesinado el pasado 8 de mayo, fue enterrado en el rancho familiar de Jesús María, junto con sus abuelos. Ernesto Fonseca, "Don Neto", mandó construir hace años su lugar para descansar en el cementerio de Santiago de los Caballeros, Badiraguato. Dicen que tiene aire acondicionado.
Discretos en vida, ahora salen a la luz cuando se cruzan con la muerte en un tiroteo, con el tronar de las armas, y vienen a encontrar su último descanso aquí, en Jardines de Humaya.
Más pistas asoman en tierras aztecas
- Una empresa de mensajería internacional que transportaba cargamentos de efedrina de Buenos Aires al Distrito Federal de México es investigada por la justicia mexicana. Según el diario El Universal , la investigación comenzó hace siete meses, y ahora se busca establecer si hay alguna vinculación con el triple crimen de General Rodríguez y con el laboratorio de drogas sintéticas descubierto en Ingeniero Maschwitz. Por el caso fue detenida, en febrero pasado, Diana González Reyna; ahora se busca a otras personas que enviaban cargas a través de dos empresas de mensajería radicadas en Toluca, estado de México.