Marionetas del contraefecto Francisco
Desde hace ocho meses, los argentinos hemos vivido el "efecto Francisco" como una bocanada de aire fresco espiritual que acarició el alma de los fieles de la Iglesia Católica en particular, de los miembros de otras confesiones religiosas en lo relacional y de todo el pueblo en general. Sin embargo, no hay acción sin reacción como no existe luminosidad sin oscuridad.
En las últimas semanas, el salvajismo puesto de manifiesto en los ataques a templos de la iglesias Evangélica y Católica dejaron al descubierto el rostro más atroz y artero de la intolerancia.
El "contraefecto Francisco" se manifestó atacando el respeto por la libertad individual de practicar la fe dentro de cada propia modalidad, privacidad y espiritualidad. Puede tratarse de hechos aislados en sus actores, pero sería ingenuo pensar que no están unidos por un hilo conductor que destila odio, desprecio y violencia hacia el ser y el sentir religioso.
Los que participamos anteayer del culto interreligioso por la conmemoración de los 75 años de la Noche de los Cristales Rotos fuimos testigos de un triste y doloroso momento protagonizado por un grupúsculo de fundamentalistas irracionales que intentaron impedir la ceremonia religiosa.
Una vez más, las marionetas del "contraefecto Francisco" intentaron reaccionar a las citas y declaraciones de hermandad al pueblo judío que en esta fecha tan sensible el Papa hizo desde Roma.
Sin embargo, todos los concurrentes a la Catedral de Buenos Aires, arzobispo, sacerdotes, pastores, rabinos, diplomáticos, sobrevivientes de la Shoá, referentes de la cultura y del mundo político se mantuvieron unánimes en una actitud de firme y mesurada resistencia a la espera de que esta minoría oscura abandonara el lugar. Y finalmente la conmemoración se realizó en paz, armonía y alta espiritualidad ecuménica.
Sepamos que esta primavera espiritual será amenazada por el gélido odio de los intolerantes. Pero no olvidemos que la luz, la paz y la libertad siempre estarán esperando en el noble caminar del alma de la gran mayoría del pueblo argentino.
El autor es biblista protestante
Marcelo Figueroa
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