Martha Pelloni: "No tengo dudas de que la mató Guillermo Luque"
SAN FERNANDO DEL VALLE DE CATAMARCA.- "No tengo dudas de que a María Soledad la mató Guillermo Luque en una orgía con sus amigos, donde la emborracharon y la violaron; la chica falleció por un golpe; la quisieron reanimar, pero igual se les murió."
La hermana Martha Pelloni, ex directora del colegio religioso donde estudiaba María Soledad Morales, no duda al reconstruir de qué forma mataron a la joven en septiembre de 1990, aunque admite que "va a ser muy difícil probarlo".
La religiosa conversó con La Nacion ayer al mediodía, minutos después de haber llegado a la capital catamarqueña procedente de Buenos Aires, y sin signos de fatiga al cabo de un viaje en ómnibus de algo más de 16 horas.
Más que el propio juicio oral en sí, el interés y las inacabables fuerzas de esta religiosa de mirada azul y hablar pausado están puestas en la marcha de silencio que prepara para mañana frente a la iglesia catedral.
Diferencias con Elías Morales
"La marcha la organizamos desde la Red Nacional contra la Impunidad y el Encubrimiento. No será un acto exclusivamente centrado en el caso María Soledad, sino que también reclamaremos justicia para los casos Cabezas, Nair Mostafá, Jimena Hernández, Omar Carrasco y muchos otros en los que no se ha esclarecido la verdad y los culpables están en libertad", apuntó casi de memoria, como alguien acostumbrada a contar lo mismo ante distintos interlocutores.
-Aquí se habla mucho sobre que habría un distanciamiento entre usted y Elías Morales. Que él no quería la marcha y sí una misa...
-No voy a negar que hay disparidad de criterios con el padre de María Soledad; de hecho, hicimos muchas marchas en las que él estuvo ausente, pero no doña Ada, la madre. También sé que él quedó muy disgustado cuando el tribunal no aceptó el cambio de carátula, ya que cree que el crimen fue una violación seguida de muerte. Yo voy a hablar con doña Ada para que venga con nosotros, pero no quiero forzarla ni desgastarla. Sé que no está bien de salud a partir del día en que declaró en el juicio, cuando se descompuso. Si ellos no vienen, lo voy a entender perfectamente.
-¿Quiénes hablarán en el acto?
-La marcha se hará a las 18 y hablaré yo y el presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA) Rafael Veljanovich, que es el encargado de convocar a todo el estudiantado catamarqueño. También nos acompañará el padre Jorge Rearte, que viene de recorrer el país en actos contra la impunidad.
La charla con la ex rectora del Colegio del Carmen y San José tuvo lugar en la dirección de ese establecimiento, donde se aloja.
El colegio está situado calle por medio con la Cámara Penal 2, donde se realiza el juicio oral, y desde la ventana de la oficina donde conversábamos se podía ver el frente de la Delegación Catamarca de la Policía Federal, donde Antonio Saadi, primo del ex gobernador Ramón Saadi, está preso por tráfico de drogas.
-Usted declaró en el juicio anterior, pero no aportó un testimonio propio, sino relatos de terceros que fueron refutados por otros testigos. ¿Volverá a decir lo mismo en este nuevo proceso?
-Mire, yo lo único que hice fue aportar a la Justicia todas aquellas cosas que la gente me venía a contar, las cosas que me mostraban. Relatos de chicos, chicas y de los padres de las alumnas. Si esas cuestiones tienen validez o no es problema de la propia Justicia. Por lo poco que he sabido del juicio, que sigo como puedo desde Goya, hay dos testimonios clave: el de Patricia de la Colina, que se enteró por el novio cómo la levantaron Luque y Arnoldito Saadi en el automóvil.
-Pero el novio, Marcelo Coronel, lo desmintió luego...
-Sí (sonríe), pero usted sabe cómo le pegaron en la policía. Debe ser el único caso en que le pegan a alguien para que no hable. Generalmente es al revés.
-¿Y el otro testimonio?
-Será el de la prima hermana del ex gobernador Ramón Saadi, la señora Sara Cubas de Boggio. Ella supo, en un té canasta, que Beba Luque (Edith Pretti de Luque, madre del principal imputado) no podía asistir porque andaba con un problema grave: su hijo había matado a una chinita. El caso fue que la señora Cubas se lo contó a su vez a la odontóloga Inés Di Luppiani, y dos días después pidió a ésta que no contara nada, dada la gravedad del asunto.
-¿Y qué ocurrió después?
-Con la doctora Lila Zafe (entonces abogada de los Morales) le pedimos a la señora Cubas de Boggio que fuera a contar lo que sabía al obispo Elmer Miani. Como la mujer se negaba a declarar ante la Justicia, monseñor me autorizó a que yo lo hiciera, ya que no se trataba de un secreto de confesión. El obispo me gestionó una reunión con el gobernador Saadi, pero éste no me recibió. Sí lo hizo el presidente Carlos Menem, de quien obtuve la intervención judicial a la provincia.
-¿Y por qué no declaró el propio obispo?
-No sé. Creo que en este juicio lo hará, pero por escrito. No justifico el silencio, pero algunas veces lo comprendo.
-¿Hubo otros testigos que se echaron atrás?
-Sí. Está, por ejemplo, aquel chico -pasó tanto tiempo que no me acuerdo cómo se llama- que era encargado de la iluminación de Clivus. El me contó que a María Soledad, ya mareada por el alcohol, se la llevaron a la orgía que hicieron en el subsuelo de la discoteca. Y el de ese otro, uno de los encargados de la barra, que me relató cómo un custodio de Clivus pegó el grito: rajen todos que el gordo Luque se mandó una macana. Pero ambos testigos, por miedo, nunca fueron a la Justicia.
-Usted tiene en claro que el asesino habría sido Guillermo Luque, pero, ¿dónde queda Luis Tula, que también está imputado?
-Tengo dudas respecto de la famosa figura del entregador. Pero cuando me reuní con él, sentado donde usted está ahora, hablamos dos horas y nunca levantó la vista del piso; no se animaba a mirarme a la cara. Algo me estaba ocultando.
-La defensa de Luque sugirió que María Soledad no era tan buena como dicen.
-La quieren desacreditar, igual que a mí. Ella era una chica normal para su edad, muy bien cuidada por los padres. A veces les decía una cosa y hacía otra, algo muy propio de esa edad. Lo único que la desvelaba era su amor imposible por Tula. ¿Usted creería que una chica de 5¼ año que anduviera en algo raro tendría sólo dos inasistencias en todo el año?
Eran las 14 de un sábado sofocante. La monja nos despidió y fue a almorzar. Luego lavó algo de ropa y se retiró a dormir la siesta.
El personaje : un símbolo del reclamo de justicia
SAN FERNANDO DEL VALLE DE CATAMARCA (De nuestros enviados especiales).- Se la ve más cauta que en años anteriores. Y más distante del caso María Soledad, como si el haberse convertido en un símbolo del reclamo de justicia en el nivel nacional la forzó a repartir su interés en una diversidad de causas.
Desde Goya, Corrientes, donde dirige el Colegio Santa Teresa de Jesús, es frecuente verla al frente de una cruzada contra la venta de bebes. O en Neuquén, donde pidió el esclarecimiento del crimen del soldado Carrasco. También en San Juan, donde indagó sobre el asesinato de la joven María Rosa Pacheco, otro caso donde se sospecha de los "hijos del poder".
Nació en la Capital Federal el 23 de febrero de 1941; cursó estudios primarios y secundarios en distintos establecimientos del país porque su padre era veterinario asimilado al Ejército. Su madre y sus tres hermanos supieron de la vida nómada que imponía la profesión de su padre.
Se recibió de maestra y se graduó en el profesorado de Filosofía y Pedagogía, en la Universidad de Cuyo, en 1968. Tomó los hábitos en 1965, en la orden de las Carmelitas Misioneras Teresianas, una congregación fundada en España en 1860.
Las Misioneras Teresianas dependen de la superiora provincial Norma Encabo, que vive en Buenos Aires y que tiene jurisdicción en la Argentina, Uruguay, Bolivia y Colombia. Por debajo de ella hay un consejo provincial que integra, entre otras religiosas, Martha Pelloni.
Ella explica que los destinos adjudicados a las integrantes de la congregación duran siempre tres años y que estuvo en Catamarca desde fines de 1989 y fue trasladada a fines de 1991. Por eso sus hermanas niegan que haya sido sacada de aquí por cuestiones políticas.
Enemiga del silencio
Aunque parezca una contradicción, la hermana Martha inventó una nueva forma de protesta en el país: las marchas de silencio, que llegaron a congregar a 30.000 personas y que ayudaron a jaquear al cuestionado gobierno de Ramón Saadi.
Pero la religiosa no es partidaria del silencio. "No justifico el silencio, pero hay veces que lo comprendo", dijo durante la charla con La Nación .
El diálogo fue compartido con un redactor del diario local El Ancasti, cuya presencia allí la molestó.
"El Ancasti no nos apoya. Antes era al revés, La Unión (el restante diario catamarqueño) era enemiga y ustedes amigos. ¿Qué pasó?, ¿cambiaron de dueños?", preguntó al cronista sin que se le borrara la sonrisa.
Más allá de su particular óptica para evaluar al periodismo, la hermana Pelloni da la impresión de ser una mujer con una entereza y un convencimiento inusuales, embarcada en una lucha sin cuartel contra los que ella denomina "los poderosos". Y los define así: "Ellos, durante el Proceso, tenían las armas con las que intimidaban al pueblo. Ahora tienen los medios periodísticos y los usan para defender sus intereses".
Aguda y lúcida , no parece tener 56 años. Odiada y admirada por las dos fracciones en que el crimen de María Soledad dividió a Catamarca, nadie puede decir que la hermana Martha no es una mujer fuera de lo común .
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