Médicos y enfermeras pusieron la cuota de fe en la noche de hospital
Esperanza: los chicos de la Casa Garrahan representaron un pesebre viviente; en la Fundación Favaloro se acompañó a los que esperan la donación de un órgano para vivir.
Ellos atraviesan momentos difíciles. Unos esperan un órgano que les permita seguir viviendo, otros luchan contra un cáncer terminal, y están los que confían en recuperarse de otras enfermedades. Todos tuvieron algo en común durante la Nochebuena: una celebración con esperanza, junto a médicos y enfermeras de guardia de la Casa Garrahan y de la Fundación Favaloro.
El hogar que reúne a los chicos que están en tratamiento en el Hospital Nacional de Pediatría Juan P. Garrahan y viven a más de 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires presentó su propio pesebre viviente.
Los chicos se desenvolvieron con gracia para mostrar las escenas más importantes de la vida de la Virgen María y José, desde la visitación de Isabel a su prima hasta el nacimiento de Jesús, en Belén, representado por un bebe de 10 meses que necesita un trasplante y es oriundo de Comodoro Rivadavia.
Más tarde cenaron con sus madres y, cerca de la medianoche, Papá Noel llegó para fascinarlos y entregarles los regalos ubicados al pie de un enorme y colorido árbol de Navidad.
Agradecimiento y espera
En tanto, cada uno a su manera, una nena de 9 años y un hombre de 54 pasaron una Navidad diferente en la Fundación Favaloro. Ella, contenta por su rápida recuperación y por los regalos; él, esperanzado en que el donante tan anhelado llegue pronto.
Sabrina fue trasplantada el 18 de este mes. Su padre, Luis Lastra, donó una parte de su hígado para que Sabrina pudiera seguir viviendo.
Muy cerca de la habitación de esta nena está internado Miguel Caamaño. Apoyado por su mujer y sus hijos, espera un hígado.
La habitación de Sabrina está llena de regalos navideños.Una bicicleta, varias muñecas y dos remeras la entretienen. "Desde el jueves a la mañana está más animada. Además, por primera vez comió pollo con puré. Esa fue su comida más rica hasta ahora", comentó entusiasmada Ema Pajón, su madre.
El panorama fue diferente en el cuarto de Miguel Caamaño. Sentado en un sillón y en compañía de Mercedes, su mujer, y de Santiago y Florencia, sus dos hijos, el hombre reflexionó: "Acá tengo tiempo para todo. Yo pienso en positivo. Anteayer nos reunimos con los chicos y nos acostamos a la 1.30. Nos acompañó una enfermera. La verdad es que en este lugar hay muy buena onda", dijo esperanzado a La Nación .
A Sabrina le encanta estar con su madrina, Silvia: "Con ella me llevo muy bien", acotó. Mientras abrazaba a su coneja Lulú, habló del colegio: "No me gusta, me aburre. La mejor materia es inglés", dijo sin dudar.
"Lleva nueve días trasplantada y la evolución fue espectacular. En una semana podría recibir el alta. Ahora empezamos una nueva vida", admitió su padre.
El caso de Caamaño presenta aristas distintas. En 1997 contrajo hepatitis E. Pese a efectuar tratamiento, el hígado se le fue deteriorando. Hoy está en emergencia nacional. "Espero -dijo- que la gente tome conciencia y done sus órganos. Yo tengo el ánimo que me da la fe y una familia que me apoya siempre."
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