Mempo Giardinelli: el país tiene una deuda con el pensamiento
Ensayo: el escritor chaqueño, autor de "El país de las maravillas", advirtió que la TV ocupa hoy el lugar de los intelectuales.
A las puertas de un nuevo mileno, la Argentina tiene una deuda pendiente con los intelectuales y el pensamiento. Así lo expresó a La Nación y lo escribe en su último libro, "El país de las maravillas", el escritor Mempo Giardinelli, que a los 50 años se puso a reflexionar sobre nosotros, los argentinos.
Y el fruto de esa meditación, volcada en el ensayo publicado por Planeta, es que el pensamiento ha sido bastante desacreditado en la Argentina, a medida que fue ganando terreno el imán de la televisión.
Sin medias tintas, Giardinelli dijo que "el lugar que antes tenían los intelectuales hoy está ocupado por la estupidez, por la apología de la imbecilidad constante que es la televisión argentina".
Y así, con agudas y duras reflexiones, desgranó los puntos críticos que sumirían a la sociedad argentina en un futuro incierto a menos de dos años del 2000.
"El país de las maravillas" empezó a surgir, a modo de ensayo, a mediados de 1996, cuando Mempo Giardinelli concluyó el ciclo de su programa de TVpor cable, que llevaba el mismo título y en el que reflexionaba sobre el estado de la cultura nacional en el fin del milenio.
"Yo escribía cada siete días el guión de la semana. Cuando terminó el programa, sentí que me quedaba pendiente algo. Así surgió la posibilidad de escribir este ensayo, que me plantea nuevos desafíos. Ojalá sea tomado como un aporte de algo que en la Argentina hace falta, que es el pensamiento."
-¿Hay pocos ámbitos hoy para el pensamiento?
-Muy pocos. El pensamiento ha sido bastante desacreditado en la Argentina. Hay mucha opinión. Pero la opinión siempre es ligera, veloz, liviana, instantánea; en cambio, el pensamiento es mucho más exigente, mucho más riguroso; requiere de análisis, crítica, información, conocimiento, lectura y reflexión. Hoy en la Argentina hay mucha opinión. Cualquiera opina. Todos opinamos, me incluyo, sobre cualquier cosa, a veces con una liviandad desesperante. Pero faltan espacios para el pensamiento organizado...
-¿En otros tiempos los hubo?
-Yo creo que actualmente los hay. Con hombres como Luis Alberto Romero, Félix Luna, David Viñas, el país está lleno de pensamiento. Pero lo que no hay es acceso editorial a estos textos. Hoy sale mucho más el libro periodístico, el libro veloz, vertiginoso, el toco y me voy. Puede ser muy acertado, pero me parece que es parte del vértigo que tienen hoy la radio, la TV y los medios gráficos.
-¿Qué peso tienen hoy los intelectuales en la Argentina?
-Los intelectuales en la Argentina siempre han desempeñado un rol fundamental. Muchos hacedores de este país han sido intelectuales: Mitre, Sarmiento, Avellaneda... Si uno va hoy a la Biblioteca Nacional y pide su ficha se encontrará con un cuerpo textual que atestigua su paso por la historia, por la función pública y por el pensamiento. La pregunta es, en los últimos 30 años, ¿qué tenemos de esto? ¿Qué historia reciente quedó escrita? ¿Dónde están los libros que escribieron Raúl Alfonsín, Arturo Frondizi o los que, Dios libre y guarde, obviamente no va a saber escribir Carlos Menem? Ni digamos de los dictadores.
-¿A quién hay que imputarle esta responsabilidad?
-Yo no estoy para señalar con el dedo. El buen lector se dará cuenta y, por otra parte, ya lo sabe. La concepción y el rol de los intelectuales en los últimos 40 años ha menguado notablemente y no por culpa de ellos. Lo que pasa es que el poder político, el económico, el sociocultural prescinden de ellos. Esa prescindencia es lo gravoso y lo tremendo.
El pecado de la TV
-¿El lugar que antes ocupaban los intelectuales está hoy tomado por otros factores de poder?
-Básicamente está ocupado por la estupidez, por la apología de la imbecilidad constante que es la televisión argentina. Es más que evidente. No estoy diciendo nada más que algo palmariamente visible con sólo llegar a la casa, prender la tele y hacer zapping. La imbecilidad ha ocupado el lugar del pensamiento y así estamos los argentinos.
-¿Hay alguna salida?
-Esa es labor de los políticos. No es mi misión dar las soluciones. No soy candidato a nada, no pido el voto de nadie, no estoy en función de decir lo que hay que hacer. Espero que la parte más consciente de la clase dirigente de la política argentina, que la hay y es muy buena, confíe en ellos. Mi función es escribir este libro.
-¿En la TV abierta está cerrado el espacio para los intelectuales?
-Yo no podría decirlo porque no veo televisión. Dos horas de TV a mí me significan alrededor de 180 páginas no leídas. Como yo quiero leer unas 300 páginas por día no puedo destinar dos horas a la televisión. Así de sencillo. Es una ecuación para mí perfecta. Me encantaría saber y ver todos los días que en la TV están produciendo y pensando Tomás Abraham y Beatriz Sarlo, María Es-ther de Miguel y Rodrigo Fresán. Pero no es así.
-¿Hay algún modo de despertar la conciencia en la gente?
-Querido amigo, mi único modo es escribir libros. Y lo hago como estímulo, como incitación. Pero si no prende, ¿qué voy a hacer?
-¿El Estado puede hacer algo con su política cultural?
-Yo tengo una posición muy crítica respecto de la política cultural oficial de la Argentina, por una razón muy sencilla: el Estado argentino no tiene una política cultural desde hace muchísimos años. Lo que llaman política cultural es la buena voluntad de tal o cual funcionario. Es así. Es completamente errático. Es un problema nacional grave. Pasa lo mismo en las relaciones exteriores. Cada gobierno cambia y crea su propia política exterior. Según el canciller, como viene la mano, cambian los aliados. Son dos campos gravísimos en los que el Estado está ausente.