Mensajes para el poder
Más que una cadena de hechos extraños en un secuestro extorsivo, los sucesos misteriosos que rodean el caso de Leonardo Bergara parecen mensajes dirigidos, en primer término, a la interna de la policía bonaerense, que, pese a las reiteradas "purgas", no deja de mantenerse activa. Pero también parecen apuntar al ministro de Seguridad, Carlos Stornelli, y al gobernador Daniel Scioli. Si bien el mandatario bonaerense, como todos, respiró aliviado por la aparición con vida del cautivo, tuvo que esperar casi treinta horas interminables después de que se pagó el rescate.
Una víctima de un secuestro que aparece en la casa de un policía en actividad; tres uniformados presos acusados de integrar la banda de captores, y un rescate que se paga en Pinamar, cerca de donde Stornelli pasa sus vacaciones. Mucho para ser fruto de una ingenua casualidad.
La planificación de la banda para coordinar el pago del rescate parece trabajo de policías experimentados en secuestros: investigándolos o cometiéndolos. La zona donde se dejó el dinero, médanos alejados en Pinamar, accesibles desde la ruta por senderos para conocedores, habla de alguien que se mueve en el territorio a la perfección y es capaz de asegurarse la salida, sin riesgos.
Basta recordar el crimen de José Luis Cabezas -hoy hace 12 años- que apareció asesinado en una casi desconocida cava de General Lavalle, cerca de Pinamar, para comprobar que policías de la costa, que conocían la zona, habían dispuesto que el cuerpo fuera quemado allí, muy cerca de donde el entonces gobernador Eduardo Duhalde pasaba sus vacaciones.
Ahora, los mensajes se repiten en el caso Bergara. Un jefe policial, el capitán Juan Cardozo, recibió una llamada en su celular desde un teléfono usado por los captores. Fue liberado, pero su segundo, el oficial Víctor Vega, que usaba la línea, quedó preso. La misma suerte que Cardozo, seguramente correrá el policía dueño de la casa de El Pato donde apareció el cautivo. ¿Por qué dejar a Bergara allí abandonado? Sólo para complicarlo.
Sí, hay policías envueltos en la trama: los tres prófugos. Se sospecha de un sargento exonerado. Su automóvil se cree que fue usado en el secuestro. Más rarezas: ningún secuestrador usa su auto para el delito ni habla por su teléfono para negociar el rescate.
Los mensajes dirigidos a la interna policial y al centro de poder provincial llegaron a destino, como una venganza, pero revelan que parte de la bonaerense no mejoró nada.
La relación entre el poder político y la policía cambió en el último año, desde que Scioli se hizo cargo del gobierno. Del piramidal control político sobre la gestión policial que ejerció León Arslanian, se pasó a un modelo de autogestión policial con responsables civiles y un jefe uniformado.
Este modelo puede asegurar un equilibrio de gestión policial, pero favorece la corrupción en la cadena de mando de la fuerza.
La purga policial permanente de Arslanian tuvo su fin con Scioli. El reaseguro que del ex ministro era la ley de emergencia policial, que permitía un fluido drenaje de elementos sospechosos. Igual que cuando los médicos operan y dejan una vía para que eliminar el foco infeccioso.
La política de Scioli, de tener a la bonaerense de amiga, lo terminó por defraudar. Porque si bien Stornelli destacó que fueron policías los que encarcelaron a los suyos como responsables del secuestro, también son un grupo de uniformados los que están presos o prófugos por el secuestro de Leonardo Bergara.
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