Momento de silencio y de encuentro
Hace años, en la Basílica de Luján escuché esta frase: "Las decisiones más importantes de mi vida las tomé ante la Virgen".
Recuerdo particularmente esto que dijo un peregrino por su firmeza y porque es como una definición de lo que significa para el pueblo peregrinar hasta allá; por la historia y por la presencia de la Virgen que reúne al pueblo en ese lugar bendito.
Por eso, el pueblo peregrino va a Luján, su Casa, para presentarle cosas a la Virgen, dejarle ofrendas en el Camarín y descansar dentro del templo después de haber peregrinado.
Hoy hablamos de los jóvenes que desde hace casi cuarenta años tienen este hábito de peregrinar en el primer fin de semana de octubre.
Si así ocurre es porque Luján -la peregrinación- está incorporado a la vida del pueblo y se transmite de padres a hijos. Pero no solamente la juvenil que se hizo ahora, sino también la peregrinación histórica, que es la Fiesta de la Inmaculada, cada 8 de diciembre.
La peregrinación es un momento de silencio y de encuentro. No vamos solos: solemos avisarnos para hacer el camino y compartir la vida que va siendo bendecida.
Nos hace mucho bien mirar cómo se va a Luján: caminan familias con hijos, los que van en silencio o hablando, rezando o escuchando música; es la vida que va buscando encontrarse con una Madre que sabemos que nos cuida y que es signo de esperanza.
Es la vida que se comparte por el camino. Es un gran encuentro del pueblo, una bendición que ayuda a seguir, y también a madurar otros encuentros que se van haciendo misteriosamente con la Virgen que en algunos casos movieron a dar otros pasos en la fe, como querer bautizarse.
Misteriosamente, la Virgen ocupa un lugar en nuestra historia. Ella hizo crecer y fortalecer la fe del pueblo. Como dice el documento de los obispos en Aparecida: "La piedad popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel" (261), "donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda" (264). Es por esto que en la juventud está presente nuestra Madre reuniéndolos en su Santuario.
La tarea nuestra en la Iglesia, en esta ocasión en particular, es admirarse por lo que Jesús hizo al dejarnos a su Madre para que cuide la fe de sus hijos.
En Luján, es la Virgen la que desde 1630 quiso quedarse en una "humilde Imagen de su Pura y Limpia Concepción", por eso el gran servicio es acompañar este camino que se hace y con este gesto muy humilde de servidores, crecer compartiendo la fe que nos une.
Jorge Carbonell
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