Moreno: la emoción y el miedo de los chicos que volvieron a clase después de la trágica explosión
"Dale, cielo, vení", dice con una sonrisa Marcela Corvalán, maestra de sexto grado de la Escuela Primaria N°49 "Nicolás Avellaneda", de la localidad bonaerense de Moreno. Parada en la puerta, la docente llama así a una de las alumnas que le da un beso y entra al colegio, que estuvo cerrado durante casi tres meses.
Fue por una tragedia. El 2 de agosto, Sandra Calamano, la vicedirectora, y Rubén Rodríguez, un auxiliar, murieron en una explosión generada por una pérdida de gas. La historia podría haber sido aún peor: todo ocurrió apenas pasadas las 8, minutos antes de que llegaran los chicos a clase.
Después de una refacción general que recibió el visto bueno final de los padres y docentes, hoy la EPN 49 reabre y el reencuentro en la puerta es muy emotivo. "Fue duro decidir ingresar, pero fue unánime. Hoy estamos acá con muchas emociones encontradas, mucho nervio, mucho todo", explica con lágrimas en los ojos Karen, que tiene a su hija en el colegio y lleva puesta una remera que dice "Justicia por Sandra y Rubén".
A su lado, Juana, otra mamá, asiente. La menor de sus hijas, Juanita, recuerda con su voz de segundo grado: "Sandra siempre nos animaba para que no estemos tristes".
Mientras los chicos entran hay suspiros y abrazos largos bajo el techo de chapa de la puerta, donde papás, docentes y alumnos se refugian de la lluvia. La ausencia de Sandra y Rubén se siente y un cartel con letras de colores y un guardapolvo colgado en una de las ventanas los recuerdan. "No hay palabras. El amor, el cariño y la vocación que tenían esas personas no los tiene nadie", dice Jessica, mamá de Alan, Zaira y Nicole, que cursan sexto, cuarto y segundo, respectivamente. Y se quiebra. La escuela 49 tiene un valor especial para los adultos porque muchos de ellos también cursaron allí durante su infancia.
Un chico lleno de pecas llega solo, en bicicleta. Lleva bolsas de supermercado atadas a las zapatillas para no mojarse. Muchas de las calles de este barrio de casas humildes son de tierra y los días de agua se vuelven intransitables. Por eso, solo 150 de los 400 alumnos volvieron hoy a las aulas.
Pero también porque la tragedia dejó huellas profundas. Y miedo. "Hay chicos que no quieren venir", explica Jessica. Y recuerda lo que ayer sintió su hijo mayor, cuando entraron a la escuela para ver que todo esté en condiciones: "Se le revolvió todo. Al estar adentro te recorre un escalofrío impresionante". La refacciones incluyeron cambiar el sistema de calefacción por uno de aires frío/calor y la renovación de la instalación de gas para la cocina.
Al mediodía, se abren las puertas y sale un grupo de personas con instrumentos, las caras pintadas con maquillaje blanco, los labios de rojo. "Estuvo buenísimo. Vininos a apoyar, traer alegría y dar un abrazo. Siempre puede haber amor donde hubo desidia", dice Gastón, director del Grupo de Jóvenes de la Universidad Nacional General Sarmiento. Se acercaron gratis a hacer un show de clown y música. "Fue muy fuerte", explica.
Volver de a poco
Entre las actividades, también hubo un taller de teatro y una clase de ciencias, que incluyeron el acompañamiento de psicólogos. Un día atípico y breve que comenzó a las 9.30 y finalizó a las 14.30, en un colegio que habitualmente tiene doble escolaridad e incluye comedor. "Fue una jornada de reencuentro con nuestros alumnos. Vamos a ir incorporando una hora paulatinamente todos los días", señala Corvalán. Algo parecido a lo que hicieron los últimos dos meses, cuando los chicos tuvieron "actividades pedagógicas" en diferentes lugares del barrio y el comedor fue reemplazado por ollas populares.
"Lo hacíamos donde podíamos: en la plaza, en un campito, en la capilla. Fue complicado pero lo llevamos adelante porque era también el espacio para juntarnos con nuestros alumnos y sus familias, para poder charlar y hacer catarsis", recuerda Hernán Pustilnik, maestro de tercer grado. Y asegura que los problemas edilicios persisten en muchos de los 264 colegios de Moreno: "Es mentira que están arregladas las escuelas. Queremos escuelas seguras en su totalidad, no solo el patio".
Según los docentes, en el primer día hubo sensaciones encontradas pero muchos chicos disfrutaron el reencuentro. "Empezamos dibujando emoticones para ver cómo se sentía cada uno: vimos caritas tristes y otras alegres. En mi caso, los chicos estaban contentos de ver a los compañeros que no veían habitualmente, de estar en un salón. Tratamos de recuperar la normalidad", explica Corvalán.
"Estuvo bien -cuenta Giuliana, de cuarto grado, apenas sale de la escuela-. Cantamos y bailamos todos con los payasos e hicimos mucha tarea de Ciencias Naturales". Detrás suyo aparece a la carrera Jazmín y se agarra de la mano de su abuela. Tiene seis años y está en primero; lo que más le gustó de volver fueron los juegos. "Yo quiero que todas las escuelas empiece y las arreglen y las cuiden para que todos lo que estudian estudien más cada día", dice.
A pesar de lo ocurrido, la comunidad educativa quiere mirar hacia adelante. "Hay que seguir: somos de la 49 y estamos más fuerte que nunca", asegura Karen y abraza al hijo de Jessica. A su lado, Juanita comenta: "En el salón hicieron una biblioteca y van a poner una pecera".
Habla, con inocencia e ilusión, de una de las aulas que se derrumbó producto del estallido.
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