Mustang: el regreso de un clásico
Pocas cosas rugen –pocas cosas hacen vibrar en un nivel que se siente en la piel– como el motor de un auto clásico. Y, con la presentación del mes pasado del Mustang GT V8 en el autódromo porteño, Ford marcó un hito donde la nostalgia del diseño clásico y las prestaciones de lo más innovador de la industria automotriz se vuelven mejores amigas.
Decir que “es una nave” puede tener bastante de cierto. Es que el interior del auto está plagado de detalles que evocan a la cabina de un avión. Pero además, debajo del capot, hace todos los honores: un motor de cinco litros con ocho cilindros en “V” y 421 caballos a 6.500 revoluciones que hablan de la potencia del clásico, pero mejorado con la modernidad de la inyección electrónica y una caja automática secuencial de seis velocidades con levas al volante (y casi nada que envidiarle a un auto de carreras).
Objeto de deseo en cuatro ruedas
El menú de especificaciones a todo trapo se completa con una tracción trasera con diferencial autoblocante, suspensión delantera con sistema MacPherson independiente y barra estabilizadora y trasera independiente con muelles. Las tecnologías Electronic Line Lock o la selección del modo de conducción permiten aprovechar al máximo el potencial del motor.
Toda esa velocidad, hay que poder frenarla. Por eso, el nuevo Mustang tiene frenos ABS delanteros a disco (ventilados) y pinzas Brembo fijas de seis pistones de aluminio. Los frenos traseros, también de discos ventilados, tienen pinzas flotantes. El accesorio que nadie nunca quiere usar, está ahí, recordando que la seguridad es lo primero: ocho airbags, incluyendo laterales.
Adentro, hay confort y tecnología. La temperatura es controlada por un climatizador automático y la columna de dirección es ajustable, tanto en altura como en profundidad. El asiento del conductor tiene ocho ajustes eléctricos de posición y ajuste lumbar. El del acompañante tiene seis posiciones y ambas butacas –tapizadas en cuero microperforado– pueden ser calefaccionadas o refrigeradas, según las necesidades del clima. Los espejos exteriores también están calefaccionados y son rebatibles electrónicamente. Tiene faros de Bi-Xenón y antiniebla delanteros, y luces con tecnología led detrás.
Los levantavidrios eléctricos y el cierre centralizado no deberían ni ser mencionados, por obvios.
El encendido, sin llave, y los dispositivos, activados con la voz. El sistema de a bordo es compatible con Android y Apple e incluye –entre otros “chiches”– una pantalla sensible al tacto de ocho pulgadas, GPS 3D, control de audio al volante, cámara de estacionamiento trasera, sensores de estacionamiento, control de velocidad de crucero, limitador de velocidad y una docena de parlantes distribuidos en forma estratégica. Porque, ¿de qué sirve un Mustang si no se lo puede llevar con rock muy fuerte en los parlantes?
Por fuera, mantiene las proporciones clásicas y las líneas agresivas de un diseño que data de hace medio siglo y que, sin embargo, sigue siendo tan vigente como seductor.
Junto al lanzamiento del auto, Ford inauguró en el Tattersall de Palermo el Mustang Hall. Este espacio de exhibición fue creado para compartir con el público la leyenda del “pony car”. Allí se cuenta la historia del Mustang, un auto que ha cumplido ya cincuenta años y que, sin embargo, vuelve renovado. La muestra puede ser visitada hasta el domingo 25.