Naturalizar el fracaso vs. educar

Llevarse materias en el secundario alcanza a 2,2 millones de alumnos, lo que nos debe alertar. Aprender y finalizar el nivel no es sólo responsabilidad del Estado, que debe garantizar oportunidades para todos brindando ofertas efectivas que contemplen la diversidad, sino que también es una responsabilidad compartida.

Formar un círculo virtuoso de diálogo e interacción entre alumnos, docentes y familias que visualice tensiones para prevenir el fracaso es cada vez más necesario para desnaturalizar tantas trayectorias truncadas.

Aceptar y/o resignarse ante esta realidad es perjudicial y habilita indirectamente a menores grados de responsabilidad en cada uno de los actores intervinientes.

La banalización del "llevarse materias" es negativo. En los adolescentes, independientemente de que las causas sean el resultado de sus propias acciones, disminuye su autoestima, provoca descontento hacia la escuela, pone en riesgo la pertenencia al grupo y puede comprometer la continuidad.

En los docentes atenta contra la autocrítica y reflexión continua sobre su propia práctica para mejorarla. En la escuela obtura un proyecto en donde todos aprendan, tensionando su finalidad.

En las familias, atenta con los esfuerzos que muchas hacen para garantizar la asistencia, y en otros casos, termina justificando la impotencia que cada vez más padres expresan frente a la posibilidad de formar a sus propios hijos, evidenciando el fracaso de uno de sus roles prioritarios.

Aprender no es un juego. Es un trabajo cotidiano, que lleva tiempo de concentración, comprensión. Requiere un espacio, organización y asistencia continua y comprometida de estudiantes y profesores en el aula. Hay diferencias en los impactos a corto y largo plazo entre adeudar y rendir materias durante los años de cursada y llevarse materias en el último año y no rendirlas, cifra que alcanza al 14%.

Esto es una señal ya no sólo para el sistema, los docentes, las familias y los propios jóvenes, esto es un problema social.

¿Qué induce a un estudiante a renunciar a un último esfuerzo para terminar la escuela? ¿Será que el título no le interesa? ¿Será que el sentido de la escuela no es tan nítido para estas generaciones? ¿Piensan que pueden desarrollar un proyecto de vida con perspectivas sin secundaria?

Probablemente la escuela no sea todo lo buena que deseemos ni lo suficientemente atractiva para estos adolescentes, y no está mal que pensemos así, ya que abandonar la idea de una escuela que mejora en forma continua es detenerse en el tiempo.

Pero por ahora el mejor lugar es allí y culminar el nivel representa sólo el primer escalón para construir un proyecto con valor individual y colectivo. No acreditar el nivel acota significativamente las oportunidades.

Lo grave es que pareciera que hay jóvenes que esto lo desconocen y es aquí donde la responsabilidad no es sólo de ellos, sino que vuelve a la escuela, familia, medios y agenda pública, que debe priorizar siempre y en toda circunstancia la educación como derecho, como valor y como llave que abre puertas a una sociedad mejor.

A los chicos y chicas que les resta muy poco para terminar la secundaria les diría que no pierdan esa oportunidad, porque si ellos no la toman, perdemos todos.

Elena Duro