Nombres que deben permanecer
La opinión de los historiadores coincide, aunque parezca mentira, con la expresada por los representantes de los partidos mayoritarios en la Legislatura porteña: antes de rebautizar Juan Manuel de Rosas a una calle, Monroe u otra, conviene buscar la alternativa de nombrar así una arteria o una plaza que todavía no tenga ninguna denominación.
El presidente de la Academia Nacional de Historia, Miguel Angel De Marco, consideró que "los cambios de nombre de calles no tienen demasiado sentido ni fundamento. La ciudad de Buenos Aires es lo suficientemente grande como para denominar a una calle con un nombre sin quitárselo a otra".
Los argentinos, a su entender, "debemos adoptar como principio dejar de cambiar nomenclaturas".
Sobre este caso en particular, De Marco recordó que "el nombre de Monroe está lo suficientemente incorporado en la tradición urbana, y si se lo altera se corre el riesgo de que la gente la siga llamando igual, como ya sucede, por ejemplo, con Perón, a la que muchos le dicen Cangallo".
Por su parte, la historiadora del Instituto Histórico de la Ciudad Lía González explicó varias cuestiones concernientes al proceso de cambio de nomenclaturas. Por el instituto deben pasar todos los trámites abiertos en este sentido en la ciudad, para que emita un informe técnico sobre la conveniencia de la modificación.
Destacó, primero, que un punto defendido es evitar que haya duplicación de nombres. Por eso, dijo, la ley que impone el nombre de Brigadier Juan Manuel de Rosas a la autopista ribereña puede ser un impedimento para que Monroe reciba esa denominación.
Luego, recordó que la ley de nomenclatura establece la permanencia de los nombres, por lo que son viables los cambios de denominaciones "muy groseras. Y hay otras modificaciones por tratar antes que la de Monroe".
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