Opinión: "El horror tendrá nombre y apellido"
Los hombres de la justicia están prontos a fallar sobre la responsabilidad de aquellos que posibilitaron la muerte de los hijos de otros hombres. De los que por negligencia, imprudencia o mera ambición truncaron la continuidad de tantos.
La retórica hará su festín: que éste es culpable, que éste no. Pero más allá de los firuletes de las palabras, lo cierto es que los que deberían estar no están, y ése es el peso insoportable que arrastran los padres desde aquel diciembre.
Ellos ya han probado que las lágrimas sólo humedecen una y otra vez el porqué sin respuesta, que el estupor fue seguido por el enojo y el enojo por el resentimiento, y ahora están esperando que los que no estuvieron en Cromagnon, los que no padecen, enuncien la sentencia. Esperan un bálsamo, algo que calme, al menos temporariamente, el ardor de la ausencia.
El horror tendrá nombre y apellido, la pena consistirá en barrotes y años. Sin embargo, cada padre sabe que en lo profundo y lejos de los avatares de la justicia, su hijo seguirá allí, en el recuerdo, en lo que fue, en sus años jóvenes, en su eterna y solitaria condena.
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