Perdió sus dos brazos, pide plata en el mismo lugar hace 20 años y estudió canto lírico
Desde los ocho años que anda en la calle, tratando de ganarse la vida. En 1986, con 15 años, había comenzado a vender caramelos en las distintas líneas de trenes. Como todas las mañanas, fue temprano a la estación del centro de San Miguel. Dejó subir a todos los pasajeros y entró al vagón. Una vez arriba, su trabajo era desfilar entre las butacas, viendo si algún pasajero se tentaba con lo que tenía para vender. A medida que el tren avanzaba había menos lugar para moverse y menos aire para respirar.
"En eso me empiezo a sentir mareado, me acuerdo que fui hacia las puertas para tener un poco más de aire. Pero cuando se abrieron, entre la avalancha de personas que entraba y otras que salían, me caí en el agujero entre el tren y el andén", cuenta Virginio Ernesto Ríos. De ese momento no recuerda nada, pero sí de todos los días que estuvo en el Hospital Haedo en Morón y del momento en el que se despertó. Por el accidente perdió su brazo izquierdo y su antebrazo derecho. No hicieron falta más que algunas curaciones para que en tan solo un mes ya pudiera volver a su casa.
Conocido por los vecinos de Palermo como Willy, tiene 47 años y vive con su madre e hijo en su casa de San Miguel. Sarmiento y Figueroa Alcorta es su esquina. Hace 20 años que está ahí todos los días. Cualquiera que pase puede verlo perderse entre los autos, saludando a los conductores y con una sonrisa.
Alguien que no lo conozca puede pensar que tiene una movilidad limitada o que no hace nada de su vida. Pero a pesar del accidente, nunca perdió las ganas de vivir y trabajar. Siempre tuvo la fuerza para salir adelante. "Me considero alguien muy inquieto. Muchos años hice atletismo, quería demostrar que alguien sin brazos como yo podía ser bueno. También estudié canto lírico, idiomas y, en mis tiempos libres escribía", cuenta.
A 32 años del accidente, Willy sigue teniendo una rutina parecida a la que tenía cuando era chico. "No tener brazos no me impide hacer nada. Yo no soy discapacitado, la discapacidad es mental. Si uno quiere algo y está dispuesto a sacrificarse para lograrlo, se consigue rápido", dice.
Todos las mañanas toma el tren de la línea San Martín hasta Chacarita y luego un colectivo hasta Figueroa Alcorta y Sarmiento. "Todos en el barrio ya me conocen. Pasan y me saludan. Muchos que van a jugar al tenis en bici frenan y se quedan charlando unos segundos. Otros me gritan desde el auto para poder darme algo de plata y saludarme", cuenta.
Rutina
Salvo los lunes, está en ese semáforo todos los días de 9 de la mañana a 14. "La luz roja dura un minuto, me da tiempo a llegar más o menos a la quinta o sexta fila de autos", explica Willy. Los días de calor aprovecha para descansar bajo la sombra de las casuarinas que están en la esquina de la plaza, o en los bancos abajo de las pérgolas que desde la primavera están cubiertas por las flores de las glicinas.
Hace menos de diez años se enamoró del canto lírico. Buscó un lugar donde empezar a estudiar y fue así que conoció en unas audiciones al que después fue su profesor. Él era en ese entonces cantante lírico del Teatro Colón. En 2015 comenzó a estudiar las técnicas para empezar a cantar. Durante cinco años viajaba desde su casa hasta Balvanera para tomar las clases y de ahí directo a su semáforo. "Dejé de estudiar en diciembre del año pasado. Quiero descansar un poco y juntar fuerzas para poder sacar mi propio disco", agrega.
Su canción preferida es "O Sole Mio". También le gusta interpretar muchas del grupo Il Divo. Canta tanto en español o, por fonética, en italiano y francés.
El accidente marcó su vida. Los años posteriores se sintió perdido. "El problema fue la mala junta y lo que hacíamos en el barrio", dice. En 1991 volvió a la Iglesia Evangélica y se involucró con su barrio. "Dejé de consumir y empecé a armar mi vida. Pocos años después nació mi primer hijo y fue lo mejor que me pasó", cuenta.
Su trabajo y esfuerzo fue el mismo toda su vida. "En marzo creo que ya no voy a venir más. Le estoy dando una mano a mi vecino con la venta y reconstrucción de algunos terrenos. Me gustaría depender solo de eso y que nos vaya muy bien", cierra Willy, mientras corre a la esquina porque el semáforo se puso rojo otra vez.