Colegiales. Polémica en el Mercado de Pulgas
Un grupo de puesteros se resiste a mudarse para permitir la refacción del predio
Un grupo de puesteros del Mercado de Pulgas se resiste a dejar el predio que ocupa desde hace 18 años y trasladarse a uno nuevo, en la manzana de enfrente, mientras el gobierno de la ciudad lo acondiciona y recicla con el propósito de "agregarle valor".
Se trata de un lugar que funciona en la manzana comprendida por las calles Dorrego, Concepción Arenal, Martínez y la avenida Alvarez Thomas, y que es visitado por turistas extranjeros y porteños que buscan hacerse de antigüedades, tesoros de colección y alguna que otra chuchería.
A pesar de que el gobierno de la ciudad asegura que ya está funcionado el mercado en el nuevo predio, situado entre las calles Dorrego, Conde, Martínez y Concepción Arenal, LA NACION comprobó ayer que sólo hay 21 puesteros de los 190 que efectivamente trabajan en M1, como se lo conoce para diferenciarlo del nuevo.
Acción de amparo
Los puesteros que se oponen al traslado presentaron una acción de amparo para quedarse en el predio, a la que el juez Hugo Ricardo Zuleta hizo lugar al suspender la desocupación administrativa hasta tanto "se resuelva la causa o la accionada acompañe nuevos elementos de juicio que permitan rever la decisión".
Según los puesteros que se oponen al traslado, "no existen garantías" de que vuelvan una vez finalizadas las obras. Además, se quejan de que el nuevo predio, llamado M2, "es más chico y perdemos metros".
"No estamos en contra de las mejoras, pero queremos garantías de que vamos a recuperar nuestros puestos una vez que se termine la refacción", dijo Juan Carlos Mosqueira, presidente de la Agrupación de Coleccionistas, Artesanos, Restauradores y Anticuarios que presentó el amparo.
Desde el gobierno de la ciudad aseguran que las garantías están dadas. "Hay fantasmas, los miedos son lógicos, pero justamente por eso está el decreto 1630/05 que establece que los que firmaron el convenio y cumplan con los requisitos volverán a ocupar el puesto", dijo Miguel Fortuna, director general de Defensa y Protección al Consumidor del gobierno porteño.
Entre estos requisitos, figuran haber firmado el convenio (según Fortuna, 121 puesteros pusieron su rúbrica), inscribirse en el monotributo, tener un seguro contra terceros y de responsabilidad civil, pagar ingresos brutos y un canon fijado por el gobierno por la ocupación del lugar, que hasta ahora no tenía costo.
"Se trata de requisitos mínimos, de cualquier comercio. Incluso vamos a tratar de respetar los lugares que tenían, porque muchos nos pedían volver a donde estaban", contó Fortuna.
"Nadie nos consultó"
El enojo de los puesteros, además, tiene que ver con que, según ellos, nadie del gobierno los consultó acerca de los cambios que iban a introducirse, entre ellos reparar cubiertas de chapa, fachadas perimetrales, solados interiores y carpintería. Además, pondrán a punto instalaciones eléctricas y de gas, sanitarios, incendios y salidas de emergencia. También habrá espacios verdes y gastronómicos, algo que no es del agrado de los puesteros.
"Eso nos quita espacio para trabajar. Si nos hubieran preguntado, les habríamos sugerido que el restaurante lo hicieran afuera", se quejó Mosqueira, que asegura que fueron notificados de la mudanza en noviembre, a pesar de que se trata de un proyecto que tiene dos años.
Sin embargo, los puesteros que ocupan el nuevo predio están "muy contentos" en su nueva casa. "Acá tenemos orden y limpieza. El M1 es un desastre, no da para más. Se está cayendo a pedazos. Firmamos el convenio y volveremos cuando esté acondicionado", opinó José, que tiene un negocio de muebles antiguos.
Eduardo, otro de los que se mudaron, dijo: "Lo único que queremos es trabajar. Basta de palos en la rueda. Hay muchos que no quieren perder territorio. Nosotros sólo queremos tener seguridad y que los clientes vengan. Hoy, muchos no quieren entrar en el M1 porque tienen miedo".