Polémica salida del director del Museo Nacional de Bellas Artes
Guillermo Alonso dejó la institución tras haber asumido por concurso en 2007; su contrato había vencido en diciembre, pero -sin notificaciones de por medio- continuó en su cargo hasta ayer
La visita de ayer de dos funcionarios del Gobierno al Museo Nacional de Bellas Artes no pasó desapercibida para nadie, ni siquiera para su director, Guillermo Alonso, el primero elegido por concurso, en 2007, "para evitar la vera de los vaivenes políticos".
Las intenciones eran claras, aunque todavía faltaba la comunicación oficial. Con el objetivo en mente, llegaron al lugar la subsecretaria de Gestión Cultural de la Nación, Marcela Cardillo, y el director nacional de Patrimonio y Museos, Alberto Petrina, para comunicarle a Alonso el final de su período como director de la institución.
Lo llamativo del caso, además de la manera, radica en que su contrato venció en diciembre, pero -por razones desconocidas- continuó en el cargo hasta ayer. Según publica Clarín en su edición impresa, "nadie supo especificar exactamente" que pasó.
Alonso asumió la conducción del MNBA en diciembre de 2007 tras haber ganado el concurso para cubrir el cargo. El artículo de Clarín detalla que su período como director terminaba en diciembre de 2012, pero para ese momento no recibió ninguna notificación sobre si permanecía o no en la institución.
"Recientemente se rumoreaba que de la Secretaría de Cultura de la Nación le habían prorrogado su condición como director un tiempo más, pero nadie supo especificar exactamente hasta cuándo", señala la publicación difundida hoy.
Una destacada gestión
Durante su gestión, Alonso realizó numerosas reformas en el MNBA, tanto a nivel edilicio-arquitectónico como curatorial. En ese sentido, Clarín destacó que "se cambiaron los guiones curatoriales de las salas de la planta baja, se ampliaron y renovaron espacios -como en Pabellón de exposiciones temporarias- y, sobre todo, se reformó de una manera contundente todo el primer piso del museo. Allí, las salas cambiaron su arquitectura y circulación y la historia del arte que se contaba pasó a ser otra: porque las obras de arte internacionales se mezclaron con las obras de arte nacionales. Esto significa que se creó un nuevo discurso histórico, que posicionó al arte nacional en el mismo estatuto que el internacional".