Por el aumento de inscriptos, ampliarán el cupo en el Nacional de Buenos Aires
El año próximo, ingresará un 15% más de estudiantes que en 2017; los alumnos ya no cursarán las materias en un aula fija, sino que rotarán como en la universidad


En menos de dos semanas, cuando los 2200 alumnos que cursan el secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires empiecen las clases, serán protagonistas de un cambio histórico: el fin de la distribución de los alumnos por año en aulas fijas para cada división. A partir de ahora, los estudiantes de primero a quinto año no tendrán salones propios y rotarán a lo largo de la jornada escolar de claustro en claustro, asignados ahora a las distintas materias, en un esquema más cercano al modelo escolar de secundaria anglosajona. En sexto año ya existía este tipo de organización.
Además, desaparecerán la mayoría de las aulas con los clásicos bancos fijos de madera y serán reemplazados por mobiliario movible. Ya no habrá un solo preceptor por división, sino varios en cada materia. "Los estudiantes serán quienes circulen por las aulas con un esquema más parecido al universitario, y los docentes podrán contar con espacios acondicionados y material especializado para que ejerzan la enseñanza." Así oficializó la decisión el rector Gustavo Zorzoli.
¿El objetivo? Aprovechar un 40% de capacidad ociosa que quedaba en el tradicional esquema organizativo, cuando los alumnos dejaban sus aulas vacías para trasladarse a los gabinetes o laboratorios en otros salones, y así poder ampliar el cupo de alumnos ingresantes en 2018 en aproximadamente un 15%. Podrían sumarse 70 alumnos a las vacantes actuales.
"En el colegio, cerca del 50% de las materias se dicta fuera del aula -explica el rector-. Quedaba mucho espacio libre durante horas sin aprovechar."
Sorpresa. Inquietud. Y opiniones divididas. Ésas son las reacciones que despertó la decisión entre docentes, preceptores, alumnos y padres del colegio que, en su inmensa mayoría, se enteraron de la novedad a menos de un mes del inicio de clases, cuando el rector la comunicó por mail. "Que ingresen más estudiantes al colegio le gana a cualquier cuestionamiento", dice María Monza, que presidió el centro de estudiantes del Buenos Aires el año pasado.
Inclusión
De todas las consecuencias posibles que acarrea la reorganización, la posibilidad de ampliar el cupo es la más celebrada o, por lo menos, la menos cuestionada.
"Es una medida que refuerza el espíritu inclusivo del colegio, que es sinónimo de educación pública de excelencia", destaca la jefa del departamento de Psicología y Filosofía, María Luisa Castillo, con 25 años en el colegio.
"Una de las grandes ventajas es que se habilitarían más vacantes para el ingreso." Así lo dice la escritora Marina Mariasch, madre de dos estudiantes en el Buenos Aires y ex alumna.
La motivación inicial para el cambio en el modo de asignar aulas y claustros no fue sólo pedagógica, sino que se relacionó con la preocupación por el carácter restrictivo del colegio. "Me agarró la desesperación en diciembre cuando vi que el puntaje de corte que define la lista final de ingresantes a primer año subió 50 puntos en 2016", señala el rector. Para alcanzar una vacante en primer año en 2017, los que hicieron el curso de ingreso debieron obtener 738 puntos o más. En 2015, el puntaje mínimo requerido fue de 680.
¿Las razones? Que el año pasado se llegó a un pico de inscriptos, 1102 en total, con lo que el proceso de selección se volvió más competitivo: más alumnos, aun con buenos puntajes de más de 700 puntos, quedaron afuera. Es decir, el colegio se volvió todavía más restrictivo.
Con la distribución de alumnos que dominó hasta el año pasado, como máximo podían entrar 480 chicos para los tres turnos. A pesar de eso, el colegio buscó ampliar el cupo: "Logré incorporar a 509 para 2017, 34 por aula, en cada turno", dice Zorzoli. Pero para mejorar la inclusión había que cambiar la organización de la rutina escolar, sobre todo con el crecimiento de inscriptos desde 2014.
La abogada Rosaura Cerdeiras, madre de dos alumnas del Nacional, tiene una perspectiva algo más escéptica. "Es cierto que es positivo que el cupo se amplíe, pero una cosa es entrar y otra permanecer en el colegio."
Aulas por materias
Otra de las consecuencias deseadas de la reorganización de los alumnos es lograr mayor riqueza pedagógica con aulas surtidas con recursos específicos a cada disciplina.
El objetivo es llevar el esquema de organización de asignaturas como física, biología y química, entre otras, que ya contaban con gabinetes y laboratorios propios donde dictar sus clases, a todas las áreas pedagógicas. Cada claustro es un área.
"Contar con un espacio propio, aulas con pizarrones cuadriculares, elementos de geometría y computadoras con programas del área implica un aporte significativo a lo pedagógico", sostiene la jefa del departamento de Matemática, María Julia Carrillo, que desde hace 30 años da clases en el colegio. Sin embargo, reconoce que una verdadera revolución pedagógica pasaría por un cambio en la currícula, que se mantiene en 12 materias.
Uno de los aspectos más polémicos que acarrea el cambio es la desaparición de una referencia espacial clave para el alumnado del Buenos Aires, el aula y el claustro. En los recreos es el lugar elegido por los chicos para socializar. Ahora, el timbre los obligará a trasladarse rápidamente a las próximas aulas. Y ante la desaparición del aula fija, ya no tendrán dónde dejar sus cosas. Se teme que impacte en el sentimiento de pertenencia de los alumnos, sobre todo de los más chicos, respecto del colegio.
El jefe de preceptores, Guillermo Belleville, muestra preocupación en ese sentido, pero ve una oportunidad en los cambios: "Le tomará más tiempo a cada preceptor conocer a los chicos, pero a la larga implica una revalorización de su rol, que deberá capacitarse para desarrollar mejor el nuevo vínculo". Para los alumnos, según señala, es una oportunidad para encontrar más diversidad de referentes.
Los que están a favor de la reorganización destacan un mayor desarrollo de la autonomía y la flexibilidad de los alumnos. "Los saca de su grupo reducido", sostiene la profesora de historia Andrea Pandolfo.
Su colega de castellano y literatura Marilina Denes también ve con cierta prudencia el impacto en la integración de los alumnos. Además, cuestiona la falta de consenso y debate a la hora de tomar la decisión.
Una radiografía escolar
2200
Estudiantes
Cursan en el colegio desde primero hasta sexto año. Este año ingresaron 510 chicos. Es decir, 34 alumnos por aula
1102
Inscriptos
Fueron los que se presentaron para postularse a los exámenes de ingreso este año. Ante la cantidad debieron elevar en 50 puntos los promedios para entrar.
40
Por ciento
Es el número de la capacidad ociosa que se aprovechará gracias a la rotación de los alumnos por aulas durante la jornada escolar.
550
Alumnos
Es el total que se espera que ingresen el año que viene al Colegio Nacional de Buenos Aires
Una decisión, entre beneficios y polémica
Hasta el año pasado
De primero a quinto año se organizaba por divisiones a las que se les asignaba un aula fija. Las aulas de cada curso ocupaban alguno de los seis claustros del colegio, con un preceptor por división y un tutor por año. Los docentes se trasladaban de aula en aula. Desde tercer año, sobre todo, quedaba una capacidad ociosa del 40 por ciento.
Cómo será este año
Se conserva la distribución por divisiones para cada año, pero ya no contarán ni con un claustro ni con un aula fija de referencia. Se asignan ahora por área pedagógica y los alumnos rotarán entre las aulas según sus cronogramas diarios, que no varían. Los preceptores estarán asignados a las materias y cada división se relacionará con varios preceptores al mismo tiempo. Los docentes de cada área tendrán su sede en el claustro correspondiente y allí recibirán a los alumnos de todos los años.
Por qué la reforma
Desde 2014 se registra una tendencia en alza en la cantidad de inscriptos para el curso de ingreso obligatorio, a partir del que se decanta el cupo de alumnos que finalmente ingresa. En 2014 se inscribieron 1008 y entraron 488; en 2015 hubo 1032 y entraron 489, y en 2016 se inscribieron 1102 e ingresaron 509. Dado la mayor competencia, el puntaje de corte, surgido por el promedio de los parciales del curso de ingreso, a partir del que se define el listado de alumnos que logra ingresar, subió significativamente de 2015, cuando fue de 680 puntos, a 738 en 2016. Así aun estudiantes con muy buen puntaje quedaron afuera. La reorganización busca ampliar el cupo para minimizar este efecto.
Otros beneficios
Se espera que la tematización de las aulas según las materias generará una mayor riqueza pedagógica y desarrollará mayor autonomía por parte de los alumnos.
Puntos controvertidos
La ausencia del aula y el claustro fijos y la falta de un lugar donde organizar los útiles de cada alumno hace temer un impacto en la percepción de pertenencia, y exige una autonomía excesiva sobre todo a los alumnos de primero y segundo año.
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