¿Qué le ocurrió al presidente que se tomó vacaciones sin avisar?
Viajó por el mundo, conoció las ciudades más cosmopolitas de occidente y lugares de ensueño. Sin embargo, ningún lugar se adaptaba tanto a la vida de Domingo Faustino Sarmiento como el Delta de Tigre . Pocos días atrás contamos episodios que vivió en aquel páramo. Esta vez, el escenario es la Casa de Gobierno.
Entre la pila de notas a revisar por el presidente Sarmiento, se encontraba un expediente. La primera hoja era una carta (fechada el 6 de septiembre de 1873) que el contador Cupertino del Campo, empleado de la Aduana, envió a su superior, Cristóbal Aguirre, administrador de Rentas Nacionales.
Su texto decía, entre otras cosas:
- -Se debe dictar una resolución especial por las faltas de asistencia de los empleados a las horas fijadas en las oficinas de esta Aduana, a fin de que el buen servicio y el comercio no sufran demoras que no tienen razón de ser
- -Las disposiciones dictadas hasta el presente se han referido solamente a las faltas a las oficinas, pero no a la asistencia fuera de las horas
- -La resolución que está actualmente en vigencia respecto de las faltas a la oficina y que consiste en descontarse de los sueldos de los empleados los días que han faltado, ha mostrado ser insuficiente para evitar esas mismas faltas
- -Por estas consideraciones, me dirijo al Sr. Administrador, para que si lo encuentra conveniente se sirva recabar del Superior Gobierno una resolución que evite estos males en lo sucesivo.
Del Campo se permitió sugerir una acción para frenar las inasistencias y las impuntualidades que no estuvieran debidamente justificadas:
- -Las faltas de asistencia a la hora fijada podrían ser corregidas con la pérdida del sueldo correspondiente al día o a los días en que se cometan las faltas de esta clase, entendiéndose también como faltas a la situación que se produce cuando algún empleado se ausenta de su puesto o se retira antes de la hora fijada
- -Las faltas de asistencia de todo el día podrían ser también corregidas con el mismo descuento, correspondiente a dos días por cada falta.
También tenía una propuesta para los reincidentes compulsivos:
- -Sin perjuicio de esto, los jefes respectivos deberían dar cuenta a la superioridad para la destitución de los empleados que, a pesar de haber sufrido el descuento, reincidieran por repetidas veces en las mismas faltas.
Cristóbal Aguirre aprobó la idea y el expediente pasó al despacho del ministro de Hacienda, Luis L. Domínguez, quien lo derivó a la presidencia con su visto bueno. Casi cuatro meses después, el 30 de diciembre, Sarmiento no solo avaló el proyecto sino que fue más allá: dispuso que la medida propuesta por la Aduana debía ponerse en práctica a partir del 1 de enero de 1874 y que debía extenderse a todas las oficinas de la Administración Pública.
Este tema pasó inadvertido en los medios gráficos. El año comenzó con la noticia de la llegada del tranvía al pueblo (hoy barrio) de Belgrano y el debate por la sucesión presidencial, ya que en octubre vencía el mandato del sanjuanino.
La tercera semana de enero, Sarmiento se alejó de la actividad gubernamental y pasó ocho días descansando en Carapachay, su rincón en el Delta de Tigre. El diario El Nacional publicó el siguiente texto en su edición del martes 27 de enero:
"El señor Sarmiento, presidente de la República, ha faltado ocho días a su despacho. Recién ayer regresó de su retiro de Carapachay. La contaduría, cumpliendo estrictamente la disposición sancionada por el mismo señor Sarmiento, por decreto del 30 de diciembre próximo pasado, ha procedido a descontarle esos ocho días de sueldo por inasistencia sin causa justificada. Desconocemos el monto descontado. Pero si se ampararon en el decreto del 30 de diciembre, deberían haberse rebajado dieciséis días de su salario".
Como corolario de esta nota, en 1924, cincuenta años después de las vacaciones de Sarmiento en el Delta, otro presidente surcó las aguas del Carapachay. Nos referimos a Marcelo T. de Alvear, quien visitó la casa de Sarmiento, muy venida abajo. Gracias a la gestión de Alvear, hoy se mantiene en pie convertida en la Casa Museo Sarmiento.
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