El análisis. Se dio el primer paso, pero...
Por primera vez, el atril de los discursos fue utilizado para dar una mala noticia. Cristina Kirchner admitió la crisis energética, aunque no la llamó así. Y dijo que durará.
Si para solucionar un problema hay que reconocerlo, el primer paso está bien dado. El segundo no parece tan acertado. Nadie parece creer que la solución sea repartir lámparas fluorescentes con la ayuda de intendentes amigos o pedir a los encargados de edificios porteños que delaten a los vecinos derrochones.
La Argentina enfrenta un grave dilema. La tarifa domiciliaria de energía eléctrica es para muchos muy barata y no vale la pena esforzarse por ahorrar. Pero el 60% de los consumidores no puede pagar un valor (real) que permitiría financiar las inversiones para salir de la crisis. Es el modelo el que hace agua.
El Gobierno apostó a que las familias subsidiaran las fábricas pagando más caro la ropa, el calzado y otros bienes, que se abaratarían si se liberara la importación y el dólar bajara, como en el resto del mundo. Y a que las industrias pagaran electricidad y gas a precios parecidos a las internacionales e indirectamente subsidien la tarifa baja de los hogares. No ha funcionado. El país está al borde del apagón y la situación tardará en resolverse, como de algún modo admitió la Presidenta. Pero lo que importa saber es cuál es el plan. Y lo que se ha dejado trascender deja poco espacio para el optimismo.
Moreno blande la ley de abastecimiento, cuyos críticos dicen que debería llamarse "ley de desabastecimiento". Desde su sanción, cada vez que se la aplicó hubo escasez. En los años setenta fueron las colas para comprar querosene, cigarrillos y azúcar. Hoy Moreno vuelve a invocar el texto y faltan nafta y gasoil.
Con una estrategia que parece más acertada, el Gobierno ha anunciado largamente obras para aumentar la capacidad de generación, pero están muy demoradas. Y aunque hubiera más energía hoy no habría cómo distribuirla a los hogares. Las redes no alcanzan y nadie habla de ampliarlas. Es por eso que, a diferencia de lo que ocurrió en el invierno, no se les corta hoy a las industrias para atender a las familias. En los meses de frío, se buscó que se consumiera menos gas en las fábricas y usinas para que el fluido fuera a las estufas domésticas. Seguramente, volverá a ocurrir en el invierno próximo. Pero con la energía eléctrica, por ahora, esa salida no es aplicable.
Hay costados de la crisis en los que ningún funcionario parece reparar. Por curioso que suene, la Argentina subsidia con exenciones impositivas la fabricación de equipos de aire acondicionado. El Gobierno recauda impuestos como el IVA cuando se venden en gran número. Pero luego el mismo Gobierno pide que quienes adquirieron esos equipos no los enciendan. Cualquiera podría pensar que es necesario un replanteo de políticas un poco más profundo, que incluya planes algo más sofisticados que el simple hecho de solicitar a los encargados de los edificios porteños los nombres de los vecinos más gastadores.
Diagnósticos parciales
Las empresas distribuidoras de energía eléctrica dicen que los clientes que han aumentado mucho su consumo porque agregaron varios equipos de aire deberían haber solicitado el cambio de categoría para que se les colocara una instalación trifásica, mucho más resistente. Puede que tengan razón, pero el problema que enfrenta la Argentina parece ser global en materia energética y estos diagnósticos, como el reemplazo subsidiado de lámparas de filamento por otras fluorescentes, parecen apuntar a pequeñas partes del problema.
Algunas soluciones previstas por el Gobierno han fallado, como el suministro de gas desde Bolivia. También se ha terminado en parte una racha de buena suerte climática. El sistema de represas del río Limay no tiene hoy agua en exceso, como años anteriores. Ahora, allí escasea el líquido para turbinar, porque toda la reserva se utilizó para cubrir la demanda en el invierno.
Por primera vez, los Kirchner han debido anunciar que hay un problema importante y que no va a solucionarse pronto. Le tocó a Cristina Kirchner inaugurar el uso del atril para dar malas noticias. La Presidenta ha puesto la tarea de solucionar la mayor limitación para el crecimiento que tiene hoy la Argentina en manos del mismo funcionario, que enfrentó la falta de gas haciendo despedir a ejecutivos de empresas privadas, la falta de combustibles prohibiendo la exportación, la falta de leche aplicando precios máximos y la inflación maquillando los índices.
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