Señalan el odio racial como causa del brutal ataque a un gitano en Río Gallegos
La víctima sufrió daños graves en órganos internos y anoche fue nuevamente operada, mientras sus familiares y amigos reclamaron Justicia con una manifestación
RÍO GALLEGOS.– Momentos dramáticos se vivían anoche en el Hospital Regional de esta ciudad mientras Alfonso Jancovich, de 32 años, era operado por tercera vez en una semana, en un intento de salvar su vida. El joven, con retraso madurativo, integrante de la comunidad gitana, sufrió un feroz ataque sexual por parte de tres hombres, quienes mediante un empalamiento le destruyeron varios órganos internos.
"Fue un ataque medieval, bestial, pudo ser el hijo de cualquier vecino", cuenta a LA NACION Jesús Traico, primo de la víctima, quien convocó a través de un video en Facebook a una movilización para pedir justicia por Alfonso. Ayer, la marcha recorrió la sede de los juzgados provinciales en los que se investiga el aberrante hecho, que conmociona a toda la ciudad y se concentró en la esquina principal de Avda. Kirchner y San Martín.
La víctima es parte de la gran comunidad gitana que vive en Río Gallegos. Las largas polleras de las mujeres que portaban la bandera amarilla ponían la nota distintiva a una ciudad acostumbrada a marchas sociales. Ellas también llevaban las fotos de la víctima, vestida de azul y sonriente. Ayer circulaba también una convocatoria a rezar por la vida del joven. "Los médicos nos dicen que solo un milagro podría salvar a Alfonso", afirmó su primo en los pasillos del hospital, junto al resto de familiares.
Jancovich, si bien sufre retraso madurativo, es conocido y querido por mucha gente, según describieron su familiares a LA NACION, y aclararon que por su misma condición apenas logró aprender un poco de español y algo del dialecto gitano, aunque sabe relacionarse y le gusta caminar por las calles de la ciudad.
Sin embargo, en uno de sus habituales paseos se borró su sonrisa. El domingo7 de octubre faltó de su casa por varias horas y su familia inició su búsqueda tras dejar asentada la denuncia en la seccional segunda de policía de la ciudad. "Se fue a comprar a un mercado sobre la calle Mendoza y no volvió; cuando pasaron las horas, la familia empezó a buscarlo", detalló el familiar. Pasaron casi 24 horas hasta que su hermano José Jancovich lo encontró; estaba a solo tres cuadras de su casa dentro de un predio abandonado.
"¿Dónde estás Alfonso?", preguntaba a viva voz el hermano en el interior de un edificio abandonado en la esquina de las calles Néstor Kirchner y Perito Moreno. Era la segunda vez que pasaba; la primera, los indigentes que suelen usar el sitio para dormir negaron que estuviera allí. "Acá estoy", dijo el joven, con apenas un hilo de voz. Ensangrentado, golpeado en todo el cuerpo y empalado, yacía sobre un colchón. Espantados ante la escena que encontraron, lo subieron en un auto y lo llevaron al hospital.
Indigentes, sospechosos
El edificio estatal abandonado donde lo encontraron fue alguna vez la sede de la Secretaría de Cultura y también funcionó allí el museo provincial Padre Jesús Molina. Ayer, el sitio se veía tapiado y cerrado con candado. "Casi no tenía vida, lo llevaron porque no había tiempo para esperar ambulancias", reconstruyó la familia. Y aseguraron que fue abandono de persona.
"Aún no sabemos cómo sucedieron los hechos; sí podemos confirmar que hay dos personas detenidas y una sospechosa que se encuentra prófuga", detalló a LA NACION Matías Solano, el abogado de la familia que se presentó como querellante en la causa iniciada en el Juzgado de Instrucción Nº 1, a cargo de Marcela Quintana.
La causa, que en un principio se caratuló como "investigación por lesiones graves", cambió por la figura de abuso sexual, mientras que la familia va a pedir que se investigue homicidio en grado de tentativa. "La familia está convencida de que hubo un móvil de odio racial, nosotros le pedimos a la jueza que ese elemento se tenga en cuenta a la hora de indagar a los sospechosos", detalló Solano.
Alfonso vive con su padre, Juan, de 72 años –que pese a un frágil estado de salud anoche hacía la vigilia en el hospital–, y su hermano Julio. Otros familiares relataron ayer que ya había sido atacado por quienes ahora se sospecha fueron los autores de la agresión. "Esto fue premeditado, fue un hecho de racismo, de bullying contra una persona con discapacidad, quienes lo atacaron no son indigentes, son criminales que se hacen pasar por indigentes. Lo destrozaron y lo abandonaron por 20 horas", afirmó Jesús Traico.
Fueron detenidos dos sospechosos, de 20 y 25 años, y se busca a un cómplice.
Uno de los grupos que más padece la discriminación en la Argentina
- Se estima que más de 300.000 gitanos viven en nuestro país
La comunidad gitana está arraigada en las sociedades de todas las provincias, y un relevamiento realizado por la Asociación Identidad Cultural Romaní de la Argentina estableció que al menos 300.000 ciudadanos con ese origen étnico viven en la ciudad de Buenos Aires, el conurbano bonaerense, Mar del Plata, Córdoba y Comodoro Rivadavia. Los documentos de trabajo que cuenta el Inadi señalan que en nuestro país hay tres grupos predominantes: los rom (originarios de Rusia, Grecia y Moldavia), los calé (España) y los ludar (Rumania y Serbia). En esos informes se aclara además que solo el 5 por ciento de la población rom lleva una forma de vida nómada.
Pese a su presencia histórica en la Argentina, los estereotipos que pesan sobre esa colectividad provocan que se triplique el nivel de rechazo con referencia a otros sectores sociales. El Estado no cuenta con estadísticas precisas sobre esta colectividad, estimándose entre los investigadores sociales que la población rom sigue una estrategia de autoprotección basada en no informar su origen. Situaciones similares se encuentran en otros países americanos. Se calcula, sin el valor estadístico de un censo, que 500.000 gitanos viven en Brasil, 110.000 en Canadá y 50.000 en Chile.
Los investigadores del Inadi encuentran que la comunidad gitana es una de las que reciben mayores rechazos cuando se realizan sondeos para detectar actitudes discriminatorias, pero que esa situación no se ve reflejada en denuncias.
Integrantes de la comunidad gitana solo realizaron 13 de las 11.333 denuncias por discriminación recibidas por el Inadi en los últimos cinco años. Incluso en un ámbito con fuertes contenidos discriminatorios como las redes sociales solo se registró una denuncia por parte de la comunidad gitana. Otras dos presentaciones se hicieron por abusos en la administración pública e igual cantidad de denuncias fueron provocadas por incidentes en áreas de entretenimiento y con vecinos. Se contabilizaron, además, casos denunciados de discriminación en una escuela, un hospital, un tribunal, un comercio y un medio de transporte, con otra denuncia que no fue clasificada.
Ese bajo nivel de denuncias es tomado en el Inadi como señal de alerta sobre un problema que existe pese a no aparecer en las estadísticas.
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