Sobrevivieron el cáncer de mama y reman para alertar sobre la detección temprana
Dos días antes de irse de vacaciones, Lía del Prado, una psicopedagoga de 40 años de La Plata, sintió una molestia en un pecho mientras se bañaba. Como un granito de arroz que dolía y generaba ardor. Era el 2012, tenía cuarenta años y, pese a que había antecedentes familiares de cáncer de mama, nunca se había realizado una mamografía. Esa sospecha la hizo correr a la ginecóloga, que pronto le confirmó el diagnóstico: tenía un tumor maligno. En poco tiempo fue a quirófano, le extrajeron una porción de mama y comenzó sesiones de quimioterapia y rayos.
En medio del tratamiento, un amigo le comentó la iniciativa de algunas sobrevivientes de cáncer de mama que alrededor del mundo estaban remando para concientizar acerca de la importancia de la detección temprana. Le insistió para que ayudara a armar un grupo local. Lo que al principio le pareció una locura -seguía en tratamiento y los médicos recomendaban "quedarse quieta" post cirugía- pronto se hizo realidad. Lo planteó en el hospital, convenció a médicos, consiguió voluntarias y casi desde entonces surgieron Las Remeras Rosas La Plata, un grupo de sobrevivientes de cáncer de mamá que se juntan cada sábado para navegar. Y de paso, decirle al mundo: "Acá estamos y seguimos remando".
"Al principio me miraban raro, la idea era no mover el brazo. Pero le mostré a los médicos lo que había estudiado el Dr. Donald McKenzie, de Canadá, que demostró que el movimiento del remo era bueno para la recuperación de mujeres operadas, y me apoyaron", explica Del Prado.
El médico canadiense había fundado hacía unos años el grupo "Abreast in a boat" -que juega con los significados de breast (pecho) y abreast (de frente)-, un equipo de remo de 24 sobrevivientes de cáncer de mama de Vancouver. Su idea era ayudar a mostrar que el ejercicio físico reduce el linfedema, una inflamación de los tejidos que suele producir el cáncer.
La iniciativa de La Plata fue la primera de Latinoamérica y hoy hay 14 en todo el país: a las remeras rosas platenses se le fueron sumando las Poderosas de Ushuaia, las Rosas de Fuego de Ushuaia y las Chicas Pink de Santa Fe, entre muchas otras.
"La idea es trabajar nuestro estado de ánimo: disfrutamos mucho poder reinsertarnos y estar en contacto con la naturaleza después de tantos meses de encierro", cuenta Lía.
"Un diagnóstico de cáncer desestructura: a vos, a tu familia y a todos los que te rodean. Los tratamientos son invasivos y la imagen corporal se ve totalmente rota. De repente te encontrás sin pelo, sin mama, con una cicatriz y todo lo que producen las drogas en el cuerpo, llega un punto donde no te reconocés. Entonces acá hay todo un trabajo de volver a transitar esta vida que para nosotras se detuvo en un punto. Y vuelve a comenzar".
Las platenses son unas once mujeres, de entre 26 y 70 años, que cada sábado reman unos 6 kilómetros saliendo desde Isla Santiago.
El próximo sábado esperan ser muchas más: en el día internacional de la lucha contra el cáncer de mama, que se celebra cada 19 de octubre, invitan a toda la comunidad a remar a favor de la concientización.
¨Ponete algo rosa, trae tu kayak, tu bote, tu tabla de stand up paddle o tu cámara de camión inflada", dice la invitación al evento de Facebook, que es abierta hasta para los que no reman: pueden participar con remera rosa desde la tierra.
Seguir remando
A Lía en el 2012 le extirparon un cuarto de mama. Se terminó de curar con la quimioterapia y los rayos. Pero seis años después, en enero de 2018, se encontró un chichón en un lugar cercano. "Sentí una molestia y volé al oncólogo. Gracias a Dios fue un nuevo tumor y no una metástasis (proceso por el cual el cáncer se disemina a otras partes del cuerpo)". Como era uno muy agresivo, se curó con una masectomía completa.
Lejos de lamentarse de su suerte, Lía destaca el poder positivo de haber seguido remando todos estos años. "La vez anterior estuve un año para poder volver a exprimir una naranja. Y esta vez, al mes siguiente estaba manejando y me moría de ganas de hacer cosas. Tuve que empezar a remar dentro de mi casa, en el ergómetro, hasta que el médico me dejó volver a salir", cuenta.
Lía siente que el autoexamen y el diagnóstico veloz le salvaron la vida dos veces. "Por eso es tan importante hacerse los chequeos médicos: yo no sé qué ángel tengo en el cielo, pero sí sé que con detección temprana, el 98% de los cánceres de mama son curables".
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