Tanzania: el médico argentino que murió no tenía coronavirus y se aceleran las gestiones del regreso de sus hijos
La familia de Fernando Morales, el médico argentino que murió el martes en Tanzania, donde sus dos hijos quedaronal cuidado de una empleada doméstica, espera poder reunir a los niños con su madre, que desde marzo se encuentra en la Argentina. El shock y la angustia por el repentino fallecimiento, mezclado con la desesperación de la separación, se encontró ayer con dos buenas noticias que podrían acelerar las gestiones para que la familia vuelva a reunirse.
El hisopado post mortem realizado a Fernando para determinar si había muerto a causas de coronovirus dio negativo, por lo que tomó fuerza la hipótesis de que la causa del deceso fue una complicación por malaria, enfermedad que había contraído a principios de mayo. Como se trataba de un paciente de riesgo por sus antecedentes pulmonares y cardíacos, más los síntomas que presentó antes de morir, se pensaba que se había tratado de covid-19.
Además ayer también se confirmó que sus hijos, de 12 y 8 años, tampoco contrajeron coronavirus, lo que podría acelerar el procedimiento para reunirlos con Crymy, su mamá, que en marzo llegó a la Argentina y no pudo regresar a Tanzania por el cierre de fronteras y las restricciones aéreas en todo el mundo. Esos resultados eran esperados por las autoridades sanitarias del país africano para permitir la salida de los niños, gestión que se está realizando a través de la embajada argentina en Nairobi, Kenia.
Por el momento son dos las opciones que se evalúan para que los menores, nacidos en Tanzania, pero con nacionalidad argentina, viajen al país; que su madre regrese es lo menos aconsejable debido a la situación sanitaria en su lugar de origen. La familia espera que los niños sean parte de un vuelo de repatriación desde Johannesburgo, Sudáfrica, junto a otros 90 argentinos varados en África, aunque esto no fue confirmado por Cancillería.
La otra alternativa es mediante una aerolínea comercial, por Qatar Airways o Ethiopian Airlines, en un vuelo que una San Pablo (Brasil) con Etiopía. La compañía de adultos colaboradores de la embajada, o misioneros argentinos en África, ya está resuelta, pero la opción de un vuelo comercial no es la que más convence a la familia debido a las escalas que deberían hacer los menores en varias ciudades. En los próximos días podría resolverse cuál es la mejor alternativa.
Fernando Morales tenía 52 años y vivía en África desde hacía 25 años, cuando llegó tras graduarse como médico en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente era el Director General (Country Director) de ICAP Columbia University Mailman School of Public Health, una ONG que pertenece a la Universidad de Columbia de los Estados Unidos, enfocada en brindar servicios integrales para combatir el HIV y en iniciativas de fortalecimiento del sistema de salud en comunidades vulnerables, y había trabajado en la organización Médicos Sin Fronteras (MSF).
Junto a Crymy, nacida en Mozambique, y sus hijos, vivía en Dar es-Salaam, la capital económica de Tanzania, pero los cuatro tenían pasaporte argentino por lo que eran recurrentes sus regresos al país. El último viaje de Fernando había sido en noviembre pasado, cuando falleció su hermano Mariano, de 48 años, a raíz de una infección sanguínea. Cuentan sus amigos que nunca pudo recuperarse de esa pérdida ya que tenían una relación muy cercana: el año pasado habían viajado juntos a Japón al mundial de rugby, una de las pasiones de Fernando.
"Estoy en la lona. No le quiero decir a mi vieja, pero empeoré muchísimo en 12 horas. Sin el oxígeno no sobrevivo ni dos minutos", le había escrito el médico a sus allegados el lunes, horas antes de morir. El 1° de mayo se confirmó que padecía malaria, y el fin de semana comenzó a sentir síntomas compatibles con coronavirus. Su estado de salud empeoró rápidamente y en la madrugada argentina del martes murió por un problema cardíaco.
"Era una persona querida por todos, era amable, te hacía sentir bien. Cuando ibas a su casa te recibía con una sonrisa de oreja a oreja, con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla. Era una persona muy abierta, no tenía reparos en contar sobre su vida, de sus problemas", recordó su amigo Jaime Andrés Carpintero, desde Tanzania. Mientras su familia y amigos atraviesan el dolor por su muerte, concentran su energía en lograr que sus hijos se reencuentren con su madre.
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