Dueños del tránsito: cómo es viajar de Constitución a Tigre. Testigo de arriesgadas maniobras arriba del 60
Violar la luz roja del semáforo, una constante entre colectiveros
La numerología parecía estar del lado de los pasajeros: coche 222, patente 959... Es cierto que nadie -o pocos- se fijan en esos detalles, pero teniendo en cuenta los últimos episodios no está de más llamar a la suerte.
Es viernes a la tarde. El coche 222 de la línea 60 sale desde Constitución rumbo a la terminal de Tigre. Un viaje largo, que demandará dos horas y media. Tiempo suficiente para ser testigo de las más arriesgadas maniobras a bordo de un colectivo.
El conductor del coche 222, hay que decirlo, cumplió bien su tarea: mantuvo una velocidad prudente, se detuvo en las paradas establecidas y casi siempre arrimó el vehículo al cordón para permitir el ascenso y descenso de la gente.
Si bien la cordialidad no era su marca distintiva, tampoco tuvo entredichos con los pasajeros, taxistas u otros colegas del volante.
Pero una desafortunada y arriesgada maniobra arruinó su buena performance: en la avenida Luis María Campos al 1100 el chofer cruzó con el semáforo en rojo, algo de lo que pocos se percataron arriba del colectivo. No hubo quejas ni comentarios. Mucho menos, una multa.
Una infracción frecuente
Antes, un colega suyo, pero de la línea 118, coche 54, había ignorado el semáforo de la avenida Las Heras al 2600. El agravante, en este caso, es que lo hizo a la salida del hospital Rivadavia, donde hay un movimiento permanente de personas; muchas de ellas, lisiadas. Nadie tampoco pareció percatarse.
Pero no fueron los únicos. El conductor de la línea 68, coche 2, hizo lo propio en la avenida Cabildo al 4400. Acá, lo grave, además de la arriesgada maniobra, fue que violó la luz roja delante de un policía. La multa quedó para otra ocasión.
Ya en la ruta Panamericana, la situación pareció mejorar. Después de todo, no había más semáforos. Salvo por algún que otro bocinazo en la parada del Unicenter, producto de la desesperación e impaciencia por terminar la vuelta, todo siguió igual hasta la terminal de Tigre.
Sin embargo, al final del recorrido se reveló el verdadero motivo de tanta prudencia. No fue la numerología, ni la habilidad o responsabilidad del chofer, como pareció en un primer momento.
"¿Para vos eran las fotos que estaban sacando del colectivo? -preguntó intrigado el conductor-. Mirá si atropellaba a alguien y quedaba escrachado...", dijo, con lo que quedó clara la sospecha del hombre de que alguien del pasaje lo estaba controlando bien de cerca.
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