Un alivio que vino del cielo
Helicópteros del Ejército llevaron provisiones a pueblos aislados
ALTO RIO SENGUER (De un enviado especial).- De Comodoro Rivadavia hacia aquí, el ruido de las aspas del rotor de un helicóptero parecería traer la alegría que sólo llevaban los trenes a los pueblos de campaña o del interior, como se dice habitualmente.
La nave parte desde el Comando IX de la Brigada Mecanizada de Chubut; deja el costado norte, la Pampa de Salamanca; atraviesa el lago Musters y baja en la localidad de Buen Pasto.
En su aterrizaje levanta nubes de nieve y llena de sonrisas a los chicos de un caserío que no tiene más de seis manzanas raleadas. Sólo 200 pobladores viven allí, al oeste del Atlántico y cerca de otras localidades y estancias como Facundo, Los Tamariscos, La Laurita y Los Manantiales.
El Ejército Argentino volvió a tener una presencia fundamental en esta tormenta de nieve. No sólo al repartir provisiones y remedios que aportó Defensa Civil, sino por las ganas y el arrojo de sus hombres. Pilotos y soldados volaron en los viejos Bell UH-1H comprometiéndose en rescates y llevando a las localidades aisladas el alivio de sus dos únicas máquinas, esas que sólo pueden mirar la nieve desde lo alto, aunque por la falta de presupuesto muestren una fisonomía algo vencida.
En Comodoro Rivadavia, el mayor Carlos Roberto González es quien una y otra vez da la orden de partida. En uno de los helicópteros, por caso, andaba ayer el teniente Mariano Rognoni. En Buen Pasto esperaba una mujer. Es uno de los pocos adultos que quedaron en un lugar en el que viven dos centenares de personas.
Se llama María. Tiene a su marido aislado en un campo a 50 kilómetros que, cuando hay nieve, se multiplican.
Como muchas mujeres, es la que lleva los pedidos de los que no tienen. Los soldados escuchan y tratan de cumplir con los reclamos que parecerían ser nada en las grandes ciudades: aspirinas, leña, gasoil y hasta unos paquetes de fideos.
"Lo único que queremos es que mientras siga el mal tiempo ustedes no dejen de venir. ¿Sabe cuánta gente necesita del vehículo?", dijo un poblador de Buen Pasto mirando el helicóptero.
De la nave bajaron cajas de provisiones y, una vez cerrada la puerta, María se quedó con la esperanza, el poblador con su prudencia y los chicos salpicados de agua helada que levantó el rotor principal del "pájaro verde".
Desde arriba del Bell se observaba la diaria despedida de todo un pueblo, que aunque tenga sólo 200 habitantes un día lo llamaron Buen Pasto. Algo que, por ahora, es imposible divisar. Lo más verde que se vislumbra en esta blanca geografía es la silueta del helicóptero. Que se nos va.
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