Un camino para hacer en un todoterreno
Los más memoriosos recordarán cuando la 2 era una ruta, no una autovía. Eran apenas dos carriles: uno de ida y otro de vuelta. Viajar a la costa suponía, en las fechas de recambio, un ejercicio de paciencia. Eran tiempos en los que el aire acondicionado en los autos era una ilusión. Se abrían los ventiletes para viajar más fresco, aunque la noche era la mejor alternativa para no soportar el calor.
Además, en esa delgada cinta asfáltica que cada verano se llenaba de miles y miles de automóviles, muchas personas, muchísimas, perdieron la vida. Los archivos de los diarios pueden dar cuenta de eso. Cada verano las tragedias se sucedían, y muchas veces los involucrados eran ómnibus, con el agravante que eso supone.
Pero un día, todos celebramos la llegada del progreso. Por fin, la ruta más transitada del verano sería una autovía. Y lo fue. Y los accidentes disminuyeron. Además, los embotellamientos pasaron a ser cosa del pasado. ¿Cómo no pagar con satisfacción el peaje? Al fin de cuentas, el viaje a Mar del Plata era seguro, rápido, confortable.
Cambiaron los tiempos. Los ómnibus son ahora más grandes y hasta hay cochecama; nuestros automóviles, los más sencillos, tienen aire acondicionado y dirección asistida. Pero, y siempre hay un pero, la Autovía 2, con peaje incluido, dejó de ser lo que era.
Pavimento deteriorado por acá y por allá, huellas marcadas donde el agua se acumula cuando llueve y agiganta los riesgos de perder el control, zonas de asfalto deformadas o agrietadas que obligan a una mayor destreza al volante.
Cuestiones laborales me permiten viajar por distintos países. Y no hace falta hablar de Europa o los Estados Unidos. Basta cruzar a Chile para comprobar la diferencia entre nuestras rutas y las de ellos. Al fastidio del mal estado del camino, se le suma el peaje que ya no pagamos con tanto gusto y el embotellamiento al que los piqueteros de turno cada tanto nos condenan.
Obviamente, los primeros responsables de la seguridad vial somos quienes estamos al volante. No hay discusión sobre eso y es nuestro deber adaptar la conducción a las condiciones del tránsito, del camino y del clima. Pero no es menos cierto que rutas mejores, bien mantenidas, con el pavimento impecable, ayudan, y mucho, a que todos viajemos más seguros.
Tal vez, algún día, tengamos las rutas que merecemos. Mientras tanto, seguiremos pagando el peaje para transitar por un camino que, a veces, es mejor hacerlo en un vehículo todoterreno.