Un funcionario de un pueblo de Santa Fe dona su sueldo para que haya un pediatra
Puerto Gabato tiene casi 500 años de historia. En 1527 el navegante veneciano Sebastián Caboto ordenó fundar allí el fuerte "Sancti Spiritus", el primer asentamiento europeo del país. En la actualidad, este pequeño pueblo recostado sobre la costa del Rio Carcarañá, en la provincia de Santa Fe, a 60 kilómetros de Rosario, vive un presente de postergación y olvido.
El pueblo no tiene agua potable, ni gas natural, ni fuentes de trabajo. Una pequeña sala sanitaria ofrece los cuidados básicos para sus 4000 habitantes. En enero pasado, Sebastián Darrichón, abogado de 38 años, nacido en esta aldea ribereña, decidió donar su sueldo a la comuna para permitir que continuara atendiendo una vez por semana el pediatra que ofrecía su prestación, sin recibir un pago por cuestiones burocráticas estatales.
"Sentí que estaba haciendo lo correcto. Tengo muchos amigos que tienen hijos y no podían quedarse sin médico –afirma–. Yo no buscaba ningún reconocimiento, al donar mis honorarios comprendí que estaba solucionado un grave problema que tenía mi pueblo".
Sin industrias, el poco trabajo que existe es informal: la pesca y el cuidado de ganado vacuno en la zona de islas que se presentan frente a sus costas. "Nos falta de todo. Si llegamos a tener una emergencia, tenemos que llamar al pueblo vecino para ver si nos pueden prestar la ambulancia", agrega.
Darrichón es el primer habitante del pueblo con estudios universitarios completos. En 2009 egresó de la Universidad Nacional de Rosario. "Es una locura que tengamos 500 años de historia y suceda esto –dice–. Lo primero que hice cuando tuve mi matrícula de abogado fue volver al pueblo y poner mi estudio acá". El living de la casa de su madre fue y sigue siendo su oficina. Todos los jueves atiende allí.
Sebastián tiene el grueso de su actividad laboral en Rosario, pero vive en Puerto Gaboto. "Acá tengo mis amigos de toda la vida, siento que soy útil en mi pueblo", dice. En enero de este año, aceptó formar parte de la comuna y asesorarla legalmente. Por ese servicio cobra unos 20.000 pesos mensuales. Él comenzó a hablar con los vecinos e instituciones para trazarse un real panorama de la realidad de la localidad.
Sin guardias ni ambulancias
En Santa Fe, el Samco (Sistema para la Atención Médica de la Comunidad) es la manera que tiene el Estado provincial de brindar salud primaria en los pueblos. A la ausencia de ambulancia se le suma la inexistencia de guardia médica y de insumos básicos. Para llegar hasta otros pueblos, hay un solo servicio de colectivo, que tiene una sola frecuencia diaria. "Para ir hasta San Lorenzo (a 34 kilómetros) el boleto tiene un valor de $400", sostiene.
El pediatra que atendió durante el 2019, a fines de año expuso su problemática. El nombramiento que le debía llegar, no se produjo y sus honorarios y viáticos, tampoco. "Nos explicó que no podía seguir costeándose los viajes, ni tampoco seguir lidiando con la burocracia. Lo que significaba que el pueblo se quedaría sin pediatra", cuenta Sebastián.
"Le dije a la presidente de la Comuna, Sandra Aguirre, que mis honorarios se los cediera a él, yo igualmente continuaría trabajando, pero lo haría ad honorem", completa el abogado. De esta manera, Luciano Lorenzo, médico pediatra de 38 años, pudo continuar prestando servicio en este pueblo olvidado. Atiende todos los martes de 10 a 18 hs.
En enero de este año, cuando se debatió en la comuna qué se podría hacer con el magro presupuesto comunal, llegó el turno de analizar la factibilidad o no de continuar con el servicio de pediatría, sin presupuesto que lo instrumentara. Los cinco comuneros (el conjunto de miembros de la Comuna de Puerto Gaboto) pudieron conocer allí el gesto solidario de Sebastián. Aguirre les comunicó la decisión de Darrichón de donar su salario para permitir que el pediatra pudiera seguir atendiendo todos los martes en el Samco. Un medio local subió la noticia en sus redes, y pronto se viralizó.
Puerto Gaboto tuvo un papel de vital importancia en la historia del país. Por orden de Sebastián Caboto se fundó allí en junio de 1527 el fuerte "Sancti Spiritus", el primer poblado europeo en nuestro país. El gran calado natural de su puerto (de 9 a 11 metros) permitía la maniobrabilidad de las embarcaciones. Los españoles aquí pensaban hacer una base para remontar el Paraná, pero se encontraron con la feroz resistencia de los pueblos originarios. En 1529, el fuerte fue incendiado. En 1536 Juan de Ayolas, sobre las ruinas del fuerte original, funda "Corpus Christi", también asediado y destruido finalmente en 1539.
Cuando los indígenas expulsaron en 1536 a Pedro de Mendoza del fuerte emplazado en la actual Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Adelantado junto con algunos sobrevivientes navegaron hasta "Corpus Christi". A partir de 1539, el solar fue abandonado ante los frecuentes asedios de los indios.
"Aquí se produjo el primer juicio penal de la Argentina, con condena a muerte", afirma Sebastián. En "Sancti Spiritus", Caboto había impuesto reglas de convivencia muy severas. El español Martín Vizcaíno robó una embarcación con alimentos, fue apresado, sometido a juicio y condenado a muerte en la horca. Las ruinas del Sancti Spiritus están a pocos metros del éjido urbano. "Es común que los pescadores encuentren vasijas o sables", comenta.
Historia olvidada
Puerto Gaboto, con el devenir del tiempo, pasó al olvido. Su profusa historia no es enseñada en las escuelas, y el pueblo que hoy se conoce fue fundado oficialmente en 1891. Tuvo mucha actividad portuaria, con la instalación de curtiembres y saladeros. Se proyectó hacia un futuro promisorio. Sarmiento fundó en la zona una escuela normal, y el tren llegó desde la vecina localidad de Maciel. Pero el crecimiento de Santa Fe y Rosario eclipsaron al pueblo y, en 1945, se desmanteló el puerto, sellando la suerte de la comunidad.
"Donar mis honorarios al pediatra significa solucionar un grave problema. Tenemos muy poco acceso a la salud", repite Sebastián.
"No puede ser que no tengamos agua potable. El caño del gas natural pasa a 10 kilómetros del pueblo, pero para nosotros es una quimera irrealizable", completa. Un tanque comunal con un filtro de ósmosis inversa abastece de este vital recurso, cada familia puede sacar 20 litros por día.
"Hay una pequeña red de agua clorada, pero no es potable", describe Sebastián. La Comuna es la única fuente de trabajo real, tiene una pequeña bolsa de trabajo donde se anotan los vecinos para realizar labores temporarias. Los fines de semana se acercan pescadores para hacer uso de una costa tranquila, sin tráfico de lanchas.
Allí existe un solo jardín de infantes, una primaria y una sola escuela secundaria. "Empezás jardín y terminás la secundaria con el mismo grupo, acá nos conocemos todos", afirma. "No todos tuvieron la oportunidad de salir para formarse", reconoce Sebastián. Después de su experiencia en la universidad, se recibieron dos odontólogas, abogada y una psicóloga. "Todos intentamos volver al pueblo", concluye.