Un sábado de verano
La ciudad vive una jornada de intenso calor, con una sensación térmica de casi 32 grados; el Servicio Meteorológico pronostica lluvias a partir de mañana, con un marcado descenso de la temperatura
El intenso calor se hace sentir en la Ciudad, en un fin de semana más típico de un verano que de esta época del año. Hacia el mediodía, la sensación térmica alcanzó los 31.9 grados, permitiendo a la gente aprovechar de una jornada al aire libre.
El asenso de la temperatura se debió a la presencia de una masa de aire cálido y seco del sector norte y a la escasez de precipitaciones y nubosidad, según informó el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
A partir de mañana se esperan jornadas lluviosas, en el marco de la festividad de Santa Rosa, con un marcado descenso de temperatura desde el lunes.
El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) ha previsto que la tormenta de Santa Rosa llegará en la noche del domingo 30, es decir, que por primera vez en diez años, podría cumplirse el mito de la joven de la lluvia.
Tormentas hubo siempre en la Pampa y el Litoral argentinos a fines de agosto, porque es en torno a esa fecha cuando empieza en estas latitudes la primavera verdadera: es el cambio de estación y no un mandato celestial lo que provoca este fenómeno climático entre el 20 de agosto y el 4 de septiembre.
Sucede que las masas de aire cálido de origen subtropical, que arriban al río de la Plata, chocan con la masa de aire frío de origen polar que aun conserva energía para alcanzar con fuerza las mismas latitudes, y esto se traduce en lluvia y tormenta.
Pero según los registros, desde 1906 en el Conurbano sólo llovió siete veces en 30 de agosto, en tanto que en Buenos Aires hubo precipitaciones ese día de 1991, 1992, 1993 y 1999.
La historia recuerda que el 30 de agosto de 1615, en Callao, Perú, la Iglesia dispuso que se elevaran rezos en todos los monasterios para evitar la invasión de los holandeses calvinistas cuyos barcos se aproximaban a la costa.
Mientras los frailes tomaban las armas, desde la capilla de San Gerónimo una joven elevaba sus ruegos al cielo: "Una tormenta, Señor, te ruego una gran tormenta que evite el desembarco".
En Callao, en virtud de un microclima muy especial, es improbable que llueva, por eso los sorprendidos fieles católicos le atribuyeron la tormenta a los ruegos de la joven, que pasó a la historia como Santa Rosa de Lima.
Isabel Flores de Oliva, tal su verdadero nombre, había nacido en esa ciudad el 30 de abril de 1586 y fue la primera santa americana.
Su madre la apodó Rosa por su belleza y porque sus mejillas siempre estaban teñidas de ese color, de manera que el arzobispo la confirmó con ese nombre y luego la Iglesia la beatificó y santificó como Rosa de Santa María de Lima.
Rosa nunca llegó a ser monja, tan solo vistió el hábito laico de la Tercera Orden Franciscana del Convento de Santo Domingo y su clausura consistió en recluirse en el fondo de su casa, en una cabaña, donde cuidaba las plantas y atendía a enfermos y mendigos.
Se cuenta que el 1 de agosto de 1617, orando en la iglesia de Santo Domingo, recibió la revelación divina de que pronto moriría. La enfermedad acabó con ella el 24 de agosto de 1617, a los 31 años, y fue enterrada en la iglesia.
El papa Clemente IX la declaró Patrona de Lima y de América, Filipinas e Indias Occidentales el 11 de agosto de 1670 y el 12 de abril de 1671 la convirtió en santa.
Durante su festividad se fue observando que con cierta regularidad se presentaban truenos, relámpagos y lluvias, de lo que pronto nació el mito de la "tormenta de Santa Rosa".
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