Un sentido de unidad
La perseverancia en la propuesta de erradicar los símbolos religiosos de los edificios públicos es digna de mejores causas. En el caso del proyecto por tratar en la Legislatura, a esa pertinaz perseverancia se le agregó una graciosa excepción, en el artículo IV: "Se exceptúan de la presente ley los símbolos e imágenes ubicadas en hospitales y cementerios?" La misma excepción está asumiendo el rol que tiene el símbolo religioso en la sociedad, cultura y tradición argentinas, y la diputada Lubertino lo circunscribe a situaciones límites en las vivencias del pueblo. El mejor dato de este proyecto, sin duda, son las excepciones. Va camino al absurdo.
Los símbolos trascienden el carácter religioso y pueden encarnar valores propios de la cultura de un país, entendida como el sentir y el vivir de nuestro pueblo. Se manifiestan también como elementos de integración y cohesión social, como una señal de identidad para convertirse por sí mismos en manifestaciones culturales.
El hombre busca elementos que le permitan dar un sentido de unidad a su vida; el símbolo cumple esa función: trasciende el puro significado religioso para mostrarnos otras dimensiones. Sólo para ejemplificar podríamos recordar que hay mucha gente que no es cristiana y que sin embargo valora en la figura de Jesús cuestiones como el amor al prójimo, la solidaridad, la entrega hasta la muerte, un modelo de hombre a seguir. El símbolo remite a multiplicidad de significados y no sólo a cuestiones vinculadas con la religiosidad. Este proyecto asume esta realidad simbólica y trascendente al exceptuar a hospitales y cementerios de la remoción de símbolos religiosos. Entonces, ¿por qué removerlos de los lugares en los que transcurre la vida cotidiana de nuestro pueblo?
También podríamos cuestionar en este proyecto una contradicción jurídica, si tomamos nuestra Constitución Nacional, en la que se expresa en el preámbulo: "?invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia?" La Constitución no es indiferente a lo religioso ni agnóstica, y esto no implica un menoscabo para ninguna ideología religiosa o filosófica desde que los artículos 14 y 19 reconocen la libertad de culto y de conciencia, respectivamente.
La Argentina es un ejemplo de diálogo y convivencia interreligiosa, y la ciudad de Buenos Aires es prueba de ello. Hemos caminado no por la anulación de las diferencias sino por la riqueza de la diversidad en todas sus dimensiones, que nos invita al mutuo reconocimiento y respeto (hoy existen armoniosamente más de 2500 cultos en nuestro país). No es lo religioso lo que separa a los hombres sino las visiones sesgadas y fanáticas de algunos de ellos.
La autora es legisladora de la ciudad de Buenos Aires por Pro
Victoria Morales Gorleri
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