Una multitud esperó el subte en la nueva estación José Hernández
Como una muestra de la ansiedad con que esperan una mejora en su transporte cotidiano, cientos de personas asistieron ayer al acto durante el cual el jefe del gobierno porteño, Fernando de la Rúa, dejó inaugurada ayer la estación José Hernández de la línea de subterráneos D, que permitirá unir en minutos el Centro con una populosa zona del barrio de Belgrano.
Las inmediaciones de la esquina de Cabildo y Virrey Olaguer y Feliú -donde se desarrolló la ceremonia oficial- y luego el amplio hall de doble planta de la flamante estación resultaron reducidos para una concurrencia que sobrepasó todos los cálculos y provocó sofocones, caídas y momentáneas pérdidas de niños que se fueron detrás de los numerosos globos que para ellos -sin considerar obviamente esta alternativa- se habían colocado arracimados en el lugar.
Sin duda, responsable "extra" de la aglomeración fue la bonanza climática, tras el persistente mal tiempo que parecía haber transformado esta capital en la siempre lluviosa Los Angeles del film Blade Runner.
No faltaron las bromas
Precisamente, el buen sol le permitió a De la Rúa formular un comentario muy festejado: "Voy a tener que ser breve -dijo, como último orador-, porque si siguen ahí muchos se van a tostar y nadie les va a creer que estuvieron en la inauguración de un subte".
No escasearon los aplausos, tanto para él como para quienes lo precedieron en el uso de la palabra: los secretarios de Transporte de la Nación, Armando Canosa, y de Producción y Servicios de la Comuna, Nicolás Gallo; el titular de la empresa Subterráneos de Buenos Aires, Alejandro Nazar Anchorena, y el intendente del partido de Vicente López, Enrique García.
Hasta, en inusual hecho, fue aplaudido el sacerdote Jorge Biturro, que tras bendecir la estación efectuó la singular advertencia de que "éste no es un acto de magia ni de exorcismo".
En el entorno del estrado oficial campeó, pues, el mayoritario buen ánimo de quienes celebraron la llegada de este medio a la zona.
Aunque hubo disidencias. Como la de un joven discapacitado que mantuvo una breve polémica con el vicejefe de Gobierno, Enrique Olivera, poniendo en duda la efectividad de las rampas que para ellos se han instalado en la nueva terminal.
"Si no existen en otras estaciones, ¿me quiere explicar cómo haremos para salir de ellas?", fue su pregunta, no exenta de razonabilidad.
Olivera respondió que éstas son de carácter experimental y que la idea -si resultan efectivas- es dotar al resto con ellas.
El primer viaje
A las 12.12 ingresó en el nuevo andén la formación 44 (4 vagones) procedente de Catedral y al mando de Mario Loza (52 años, 19 como conductor de subtes).
Por cierto, el momento tuvo algo de superproducción hollywoodense: la entrada -calculadamente lenta- se hizo con el solemne acompañamiento del Va, pensiero..., de la ópera "Nabucco", de Verdi. Pero, además, fue seguida por el público agolpado contra los parantes del piso superior, a la manera de palco semicircular del que pendían todas las banderas de América latina.
Amplia y ventilada
Algunos aspectos nítidamente en favor de la obra inaugurada: aparte de su generosa amplitud, los monitores en donde se exhiben videos con la historia de los subtes de Buenos Aires, y de los de la línea D, en particular, contada en una notable colección de fotografías.
Además se instaló un sistema de ventilación forzada que renueva el aire cada cuatro horas.
Y, sobre todo, se destaca el realce estético dado por la imponente reproducción en mayólica de cuatro obras de Raúl Soldi, con iluminación de "spots": los murales El jardín, En el ensayo y La música (del Teatro Colón y de la galería Santa Fe) y su cuadro Los amantes.
Pero los actos masivos suelen presentar pequeños contratiempos. Como el que vivió el propio Fernando de la Rúa y su comitiva: se había instalado en el tren para probarlo en un breve viaje, cuando se les avisó que esa formación saldría sólo una hora más tarde. Consecuencia: retirada oficial en masa.
Y una sospecha insólita (o no tanto) de la vecina María del Solar, referida a las indicaciones en Braille para no videntes (sobre dónde se encuentran y hacia dónde pueden viajar), colocadas en las columnas de las escaleras que bajan al túnel. "Están muy a la mano, porque están justamente diseñadas para que las toquen los ciegos. Seguro que en cualquier momento alguien pone sobre ellas alguna publicidad".
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