Una nueva bodega en el Valle de Uco
Zuccardi Valle de Uco es la primera que se construye en la región luego de cinco años; estará destinada a la elaboración de sus vinos iconos
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MENDOZA.– No faltó nadie. Más de 400 personas viajaron desde Buenos Aires, desde el exterior y de la capital de Mendoza hasta el Valle de Uco para asistir a la inauguración de la bodega que la familia Zuccardi edificó junto a sus viñedos del Paraje Altamira.
Las visitas guiadas, las degustaciones, la música en vivo y un sol radiante enmarcado por la Cor-dillera de los Andes fueron parte de una fiesta que celebró la apertura de un nuevo templo del vino mendocino luego de casi cinco años sin novedades.
En los últimos años se registró una menor inversión en la construcción de bodegas, pero como explica José Alberto (Pepe) Zuccardi, el vino tiene tiempos largos. "Para nosotros el vino es una forma de vivir. Sentimos que llegó el momento en que supimos perfectamente hacia dónde queríamos ir y empezamos este camino."
La construcción de la Bodega Zuccardi Valle de Uco comenzó en 2013 y demandó una inversión de 15 millones de dólares con una expectativa productiva de casi un millón de litros.
"Los ciclos del vino son mucho más largos que los económicos o los de las finanzas, si uno espera el momento en que todo está perfecto para hacerlo quizá nunca llega. Creemos que es el momento para que el vino argentino exprese su lugar." En ese sentido también proponen un restaurante para que la gente pueda disfrutar del lugar y entender el vino en combinación con las comidas locales.
Es la primer bodega construida en Paraje Altamira, una zona de gran potencial que hasta el momento no contaba con un emprendimiento de semejante nivel productivo, que además busca impulsar la economía de la región. "Indudablemente hemos llegado temprano a este lugar. Todavía hay que desarrolla mucha más infraestructura", dice Pepe Zuccardi.
Sebastián Zuccardi está a cargo del área de agricultura y enología de la bodega que dirige su padre. Es la tercera generación de la familia y su propósito es el de desarrollar cada vez más la industria vitivinícola para las futuras generaciones.
Una estructura familiar
En esta apuesta, al igual que en las anteriores, toda la familia tiene su lugar protagónico. Es una estructura que siempre marcha hacia adelante. Julia, está a cargo del turismo y la gastronomía con la puesta del restaurante que al igual que la bodega trabajará sólo con productos regionales como los aceites de oliva del hijo más chico, Miguel. Todo bajo el ojo avisor y la gestión detallista de Ana Amitrano, la madre de los tres prodigios. "Somos una familia argentina que trabaja para el vino", dice el alma patter.
La bodega elaborará vinos de alta gama, desde su vino Q hacia arriba, y se llama Piedra Infinita ya que cuando en 2009 Sebastián Zuccardi llegó al lugar para generar un departamento de investigación del suelo tuvieron que usar 1000 camiones para trasladar las piedras que había.
Piedra, que además es la huella digital de los suelos en donde crecen los viñedos que darán vinos de características especiales, se construyó con la piedra local, y la arena y el agua los aportó el río Tunuyán que recorre la zona.
El concepto que proponen es claro: "Que los vinos sean la expresión del lugar, que expresen el viñedo, vinos sin maquillaje, eso es lo que buscamos en la bodega , un equilibrio con el paisaje y con un mínimo impacto sobre el entorno", explica Sebastián. Toda la uva y el mosto se maneja por gravedad para procurar la menor intervención en las características del vino que surge luego de años de trabajo en investigación de los suelos.
Para las vasijas y las ánforas que utilizan en la elaboración utilizaron hormigón, preparado con los materiales del lugar que ofrecen estabilidad térmica durante el proceso y les resulta acorde con su filosofía para vinificar.
Así como en la naturaleza, en la bodega todas las formas son redondas, no hay nada cuadrado y a lo lejos su imagen se funde con las montañas. La cúpula metálica que irradia la luz del lugar funciona como sala de degustación.
Los Zuccardi tomaron el riesgo de construir la bodega en un paraje más lejano de lo que ya se conocía y a 1100 metros sobre el nivel del mar. Lo hicieron porque les gusta la zona y porque creen, al igual que muchos respetados hacedores del vino, que la etapa que viene en la vitivinicultura argentina es la de la definición del terroir. "Suelos muy específicos que realmente den vinos con expresión e identidad única. Paraje Altamira es uno de esos lugares", aclara Sebastián. Su padre agrega: "Nosotros hacemos vinos de montaña: esta cordillera nos da los suelos, el agua, el clima y la actitud, cuatro factores determinantes para la calidad de un vino. La vivencia que se tiene al visitarnos hace que la gente entienda la naturaleza de los vinos y de dónde vienen la diferencias de sus características".
Así como el malbec argentino no muestra una sola cosa sino que expresa a la variedad en mu-chos lugares, esta es una obra construida sobre la base del conocimiento del suelo para hacer vinos que expresen lugares muy concretos. Y así nombraron a una de sus nuevas etiquetas: Concreto.
Estaban todos
Cocineros como Gastón Acurio, Dolli Irigoyen, Osvaldo Gross, Fernando Trocca con su nuevo libro en mano, y Darío Gualtieri disfrutaron de la fiesta hasta que se puso el sol junto con reconocidos enólogos de la talla de Alejandro Vigil, Walter Bressia, Roberto de la Mota o Alberto Antonini. Los bodegueros más influyentes de la región cuyana como el Dr. Nicolás Catena, políticos y periodistas también estuvieron presentes.
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