Historias solidarias. Una oportunidad para que cada chico descubra su futuro
Uniendo Caminos confía en la educación
Fanny dice que hubiera sido imposible llegar hasta aquí sin ellos. "Esta es mi segunda familia. Me acompañaron mucho; estuvieron conmigo en las etapas más difíciles", cuenta. Si terminar el secundario y decidir qué camino seguir es complejo para cualquier adolescente, las dificultades se agravan cuando uno vive en una villa.
Ella sí que sabe de pelearla. Fanny fue la primera beneficiaria, hace siete años, del trabajo de la fundación Uniendo Caminos. La intención era brindar oportunidades educacionales a adolescentes que vivieran en zonas desprotegidas, acompañarlos para asegurar su retención en la escuela y favorecer su inserción laboral o sus estudios universitarios.
Como su nombre lo indica, la fundación trabaja con cada chico en busca de un proyecto de vida que preste atención a la exclusión y la discriminación con las que, se sabe, van a tener que lidiar.
Más allá de la orientación vocacional, se trabaja sobre los gustos y las potencialidades de cada uno y se los acompaña hasta que encuentran su camino. El centro de apoyo escolar que la fundación tiene en el centro comunitario Ayúdame a Crecer es una pieza fundamental en la villa 21-24, en Barracas. Si bien hay otros grupos de apoyo escolar para alumnos de primaria, no existía uno para jóvenes que cursan el secundario.
"La motivación de ver a los que ya terminaron y tienen posibilidades reales es muy fuerte. Encuentran un gran estímulo en los más grandes", dice la coordinadora institucional de la fundación, Agustina Persoglia.
"Con cada chico buscamos alternativas. Acá saben que se pueden poner a pensar y les brindamos herramientas. Es muy lindo porque, a pesar del paso de los años, seguimos conociéndonos", explica la coordinadora general de Proyectos, María Maciel. Ambas son trabajadoras sociales.
En 2002, después de un diagnóstico socio-educacional, descubrieron que la mayor demanda era organizar un grupo que diera apoyo escolar a los que cursaban el secundario. El primer desafío fue hacer pie en el tema de la responsabilidad. "Este año vamos a trabajar fuerte en las metodologías de estudio. Ya logramos que nos reconocieran como referentes de confianza", se alegra Agustina.
El trabajo articulado con las escuelas de los chicos tiene un objetivo común: un combate cuerpo a cuerpo contra la deserción. Los números los llenan de orgullo. "Tuvimos deserción 0. Sí, repitieron algunos, pero ninguno abandonó", cuenta Agustina.
Poco a poco, se fueron sumando más manos comprometidas. Un convenio con la UADE, por ejemplo, hizo posible que los que quisieran dar el examen de ingreso en alguna carrera fueran luego becarios.
Además de contar con una coordinadora general, una asesora pedagógica y una bibliotecaria, cuentan con un grupo de 40 profesores, algunos de los cuales son voluntarios. "El equipo es enorme porque la estrategia es que cada chico tenga un profesor. Por eso tenemos buenos resultados", dice Agustina. Tan fuerte se vuelve el vínculo con la fundación, que los chicos nunca se van del todo. Dan apoyo a otros chicos, se ocupan de la biblioteca u organizan actividades, pero siguen en contacto.
Hoy necesitan padrinos que hagan posible extender la ayuda a más chicos. Los que quieran sumarse a esta tarea pueden comunicarse al 4867-4762 o www.uniendocaminos.org.ar .
Norma tiene 18 años y se confiesa indecisa. "Acá me ayudaron a elegir. Por eso, ayudar a otros chicos es una forma de agradecer todo lo que acá me dieron", cuenta.
Creen que la única manera de contribuir a la igualdad social es a través de la educación. Por eso suman fuerzas en ese momento tan tormentoso como es la adolescencia.
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