Una rutina matutina que fue alterada con la llegada de los móviles
Aunque no seas víctima del insomnio, es posible que no estés disfrutando todo lo que podrías del momento del despertar. Si tu casa se parece un poco a la mía, quizás tus mañanas tengan algo de esto: la alarma suena pasada las 6 am y comienza un desfile de mochilas, pestañas a medio maquillar y turnos para usar el baño. Pero antes de toda la corrida, existía hasta hace poco un momento sagrado que la llegada del celular comenzó a profanar.
Como es importante la desconexión a la hora de dormir para poder conciliar un sueño reparador lejos de las pantallas, también lo es el momento de abandonar la cama. Pero cada vez más, usamos ese instante para chequear todo “lo que nos perdimos” mientras nos atrevimos a no mirar al Santo Celu por unas seis horas, y así acaban de secuestrar nuestra mañana.
Tristan Harris, un ex ingeniero de Google que trabaja en Diseño Ético de aplicaciones, comparó a los desarrolladores con los magos, sugiriendo que ambos buscan los “puntos ciegos, los límites, las vulnerabilidades de la percepción de las personas para influenciarlas”. Tener un Smartphone en la mano es como tener una maquinita de casino, no sabemos lo que nos va a tocar pero siempre hay más mundos por descubrir. Encima, muchas de ellos son corazones, “me gusta” y palmadas virtuales que buscamos para sentirnos aprobados que disparan nuestras endorfinas, aunque el “like” venga de un completo desconocido. Cuando le damos este poder al móvil, controla nuestras experiencias hasta hacernos sentir que sin él perdemos algo de valor, y experimentamos una angustia real.
Un acto simple y efectivo, pero difícil de llevar a cabo para hackear este mal hábito, es dejar el celular fuera de la habitación y decidir una actividad más alineada a nuestras metas de ese día: pensar en nuestras obligaciones y ordenarlas mentalmente, armar un rico desayuno, despertar con un beso a tus hijos o pareja, meditar, elegir un tema musical o simplemente permanecer un momento reposando. Amy Cuddy, psicóloga de Harvard, estudia cómo nuestras posturas corporales influencian nuestras emociones y pensamientos y recomienda, como primera actividad al abrir los ojos, respirar y estirar el cuerpo tanto como podamos, un simple modo de recuperar ese instante único, segundos antes de poner los pies en el suelo y arrancar nuestro día. Lo intento, muchas veces fallo, pero cuando lo logro tengo una recompensa inmediata. Una conexión vital que poco tiene que ver con la tecnología.
La autora coescribió La fábrica del tiempo (Conecta)
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