Una selva de cemento: el simbolismo con animales del art nouveau porteño
Leones, águilas, cóndores, pavos reales y serpientes, entre otras especies, incluidos los míticos dragones, coronan una serie de edificios de principios del siglo XX; esta ornamentación llegó de la mano de arquitectos formados en Europa que se inspiraron en la exuberancia de la naturaleza

Buenos Aires tiene su propia selva, pero suspendida en el espacio. Buitres, leones, águilas, caracoles, cóndores, mariposas y pavos reales coronan el exterior de varios edificios porteños; se suman los míticos dragones. Forman parte de la ornamentación art nouveau, plena de simbolismos, nacida a principios del siglo XX, cuando los arquitectos formados en Europa se inspiraron en la sensualidad y la exuberancia de la naturaleza. Y desplegaron libertad, belleza y hasta cierta ingenuidad en las fachadas de sus obras.

"El arte debía estar en todo y todo debía ser arte", explica Iván Luis Malesani, de la Asociación Art Nouveau Buenos Aires, quien sugiere un recorrido de por lo menos siete edificios para poder apreciar cómo se decoraban construcciones emblemáticas con animales, entre otros tantos motivos provenientes de la vida natural que utiliza este primer movimiento de ruptura con los estilos clásicos de la Europa del siglo XIX. Esta escuela tuvo a su vez numerosas vertientes y denominaciones, según el país en el cual se desarrolló: Modernismo catalán, Jugendstil en Alemania, Sezession en Austria y Liberty o Floreale en Italia, tendencias plasmadas en las calles de Buenos aires. En todos los casos, el movimiento se extendió más allá de la arquitectura y abarcó la pintura, el mobiliario, la gráfica, los objetos decorativos y utilitarios. El propósito era democratizar la belleza y socializar el arte.

La ornamentación inspirada en la naturaleza tenía por objetivo hacer formar parte al hombre del universo en el que habitan plantas y animales, en el que él está incluido y convive con todos ellos, detalla la profesora Laura Tonelli. Según la arquitecta, en Buenos Aires este movimiento estuvo en boga en momentos en los que había una clase media en ascenso y eran los mismos propietarios quienes aspiraban a darle nivel a sus construcciones.
El exterior, la cara del inmueble, era decorado mediante la aplicación de figuras previamente moldeadas en yeso de buena calidad, con materiales nobles trabajados por artesanos especializados, quienes lograron que estas figuras, a pesar de estar a la intemperie, se hayan mantenido intactas a través del tiempo y hoy podamos disfrutarlas, agregó. Al utilizar como motivo un león o un pavo real u otros animales exóticos, le imprimían nivel a la obra.
Uno de los edificios que mejor representan la teoría de que el arte está en todo es el imponente Otto Wulff, de estilo Jugendstil, obra de Morten F. Ronnow. Data de 1914 y se ubica en la avenida Belgrano 601, en la esquina con Perú. "Su fachada está decorada con ejemplares de la fauna local como pingüinos, lechuzas, garzas, serpientes y yaguaretés, a los que muchas veces se los confunden por osos, entre otras especies que lo adornan", dice el arquitecto Fernando Lorenzi, quien trabaja en uno de los pisos del edificio. Pero sin dudas, en este zoológico aéreo se destacan en el fuste los cóndores de cinco metros de altura, una especie poderosa exaltada por la historia nacional y que desde fines del siglo XIX decoró fachadas porteñas.

"En Avenida de Mayo 1370, el Palacio Barolo exhibe, en la galería de la planta baja, dragones de bronce, una hembra y un macho, enfrentados", explica Malesani en un recorrido con LA NACION por las obras arquitectónicas. El edificio es de estilo ecléctico, una obra de Mario Palanti, y fue concluido en 1923, inspirado en la Divina Comedia. Según algunos especialistas, los dragones simbolizarían la furia de Dante. El palacio es un ejemplo de cómo la ornamentación del art nouveau en Buenos Aires tuvo también influencia en la herrería y la estatuaria.
Del mismo arquitecto, en la avenida Rivadavia 2625, una casa de renta de 1914 posee dos cabezas que se asemejan a las de la majestuosa águila, pero con aspecto diabólico. Además se observan serpientes entrelazadas, algo reiterado en la iconografía de Palanti que podría remitir a las serpientes del caduceo, símbolo del equilibrio entre fuerzas antagónicas.
En la misma avenida, pero a la altura del 3216, se encuentra la Casa de los Pavos Reales, de 1912, cuyo autor es Virginio Colombo, quien la ideó según el estilo Liberty milanés. La obra fue hecha a pedido de los propietarios de una fábrica de calzados. Como en casi todos los trabajos de este prolífico autor, la rojiza fachada del edificio es lo más destacado del conjunto. Allí, el arquitecto milanés despliega toda su imaginación y oficio. El nombre dado al edificio se debe a las figuras de pavos ubicadas en los cuatro balcones del primer piso. Además, sobre los ingresos principales se encuentran esculturas de leones rugientes.
En Hipólito Yrigoyen 2563/69/75, otra obra de Colombo a la que algunos llaman Casa Calise II muestra cabezas de leones a la entrada.

El Teatro Empire, en la avenida Hipólito Yrigoyen 1934, se inauguró en 1934. La fachada se organiza mediante un esquema compositivo que acentúa el efecto de verticalidad propio del estilo art déco. La planta baja está flanqueada por un par de esculturas de bulto que representan águilas geometrizadas.

Un capítulo aparte en la arquitectura porteña merecen los leones, animal de gran riqueza simbólica que detenta las cualidades de justicia y poderío. Está considerado como el rey de todos los animales y en todas las culturas occidentales se le suele asociar al sol. Además de coronar varios de los edificios antes mencionados, se puede apreciar a estas fieras en la Casa de la Cultura, ex-Diario La Prensa: están presentes en su puerta principal.

En el Centro Naval, obra estilo beaux art, de 1914, a cargo de Jacques Dunant y Gastón Mallet, hay cabezas de leones en su puerta principal. Casa Grimoldi, de la avenida Corrientes 2548/60, de Colombo, también exhibe felinos que remiten a otros edificios de ese arquitecto, como la Casa Lagomarsino, entre otras. Y no puede faltar la Confitería del Molino, de Francesco Gianotti, construida en 1916 en estilo Liberty milanés, en cuya puerta de ingreso por Rivadavia se destacan dos jóvenes leones en hierro.
En el Edificio Argentino, de Enrique Macchi y Félix A. Distacio, en San Martín 492, de estilo art déco, se aprecia un relieve de un hombre tratando de encantar con su música a un león. Hasta el Teatro Colón, ejemplo del estilo ecléctico del siglo XX, exhibe dos ejemplares de esta especie en el ingreso principal. También en el edificio art nouveau en Santa Fe 2206, obra de Julián García Núñez, hay un león en su hall de ingreso.

Del mismo arquitecto, en el edificio Chacabuco 78, de 1910, la herrería de la puerta de ingreso muestra una mariposa, que algunos ven como una flor. En el Casal de Catalunya (Chacabuco 859), obra de García Núñez y Eugeni Campllonch de 1936, un caso tardío del modernismo catalán en Buenos Aires, se suma un águila en la puerta de ingreso interior.
El arte escondido en el subsuelo de la Galería Güemes
La Galería Güemes, primer rascacielos y primera construcción monumental de la ciudad de Buenos Aires, es conocida por su elegante pasaje de la planta baja y por el mirador a 87 metros de altura. Sin embargo, el subsuelo de Florida 165 esconde obras de arte con representaciones de animales desconocidas para la mayor parte del público. Al pie de la escalera que conduce al subsuelo, se ubica la nave central con cuatro paneles de mosaicos que representan los cuatro elementos de la naturaleza -agua, aire, fuego y tierra-, cada uno de ellos con las figuras del mundo animal que le corresponden: liebres, canguros, aves y peces, entre otras.

También en el subsuelo había antes un cabaret; posteriormente se filmaron películas, entre ellas, Evita, de Alan Parker, y Gatica, el Mono, de Leonardo Favio. Junto al cabaret estaba el Teatro Florida (hoy Piazzolla Tango), uno de los lugares donde se inició la revista porteña y debutaron los artistas cómicos Pepe Biondi y José Marrone.
La Galería Güemes es considerada una de las obras cumbres del art nouveau. El emprendimiento fue encomendado al arquitecto italiano Francisco Gianotti. La construcción comenzó en 1913 y debió afrontar no pocos problemas, pues sus propietarios quedaron en bancarrota por el costo de la obra.
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