Sibaritas. Una semana movida: de Paul Hobbs a un restaurant de ruta
Por Alejandro Maglione Especial para lanacion.com
Vamos por orden. Le quería contar que, gracias a los buenos oficios de Rodrigo Quiroga, tuve un mano a mano muy interesante con Paul Hobbs, que viene a ser uno de los contados monstruos enológicos verdaderos a nivel mundial, y el único norteamericano que tiene esa envergadura actualmente, con bodega en la Argentina, Viña de Cobos; con novia argentina e hija de 15 años, argentina también. En resumen, Paul ama la Argentina, y a Mendoza en particular.
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¿Descubridor de nuestro malbec? No, no se puede decir que lo sea. Pero sí que fue el que hizo para Catena el malbec con mayor puntaje de los que asigna Robert Parker. Siempre aprovecho cuando saco este tema, para recordar que el buen padre Francisco Oreglia, tan vapuleado, en la primera mitad del siglo XX, ya había apostado a que esta sería una cepa argentina importante a nivel mundial.
Yendo por más. Y ahora resulta que este mismo señor, con su simpatía a cuestas, se ha encaprichado en que va a conseguir un vino Cabernet, varietal 100 %, salido de Mendoza, y que va a conmover a don Parker al extremo de que le entregará imposibles 100 puntos de su calificación.
Opiniones audaces. Si bien la charla con Paul fue larga, y este comentario no apunta a reproducirla, dejo dos perlas para los que les divierte el tema: consideró que venir a la Argentina, probar 200 vinos en 48 horas, y encima puntuarlos, requiere conocimientos avanzados de magia. En realidad, él dijo: "... no sé como lo harán, pero al menos me parece sospechoso".
Como soy un hombre preocupado por el verso enológico, le pregunté acerca de cómo lo impactaba esto de que repentinamente los vinos se han vuelto "vegetales" o "minerales". Su risa fue un anticipo claro de su opinión: "se podrá hablar de vinos florales, pero ´vegetales´ me suena a ensalada...".
Argentina bendita. A pesar de que Hobbs busca para su futuro Cabernet lleno de puntos un lugar en Mendoza, cree que nuestro país tiene la suerte de tener tierras aptas para hacer viñedos desde Salta hasta el Río Negro, por lo menos. Y pruebas al canto, él está haciendo magníficos vinos a partir de viñedos implantados en la provincia de La Pampa, que ahora, además del ombú, ¡tiene el vino!
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Restaurantes de ruta. Un día me dijo Horacio Diez: "tenés que hacer una nota sobre los restaurantes de ruta..." Y yo le dije que para eso tenía que convocar a los lectores a que me manden comentarios al respecto, porque relevar restaurantes por las rutas de un país de la extensión del nuestro, era medio complicado para un modesto y solitario periodista como yo (usted sabe, lo de "modesto" es como de estilo ponerlo, no lo tome en serio).
Pero resulta que un día me manda un mail un tal Leandro y me dice: "tengo un restaurante sobre la ruta 205, en el km. 98, pará cuando puedas: se llama El Candil, y son 10´ desde que termina la autopista a Cañuelas".
Buena experiencia. Confieso que tengo buenas experiencias en esto de hacer viajes a corta distancia -cortas para un argentino- para ir a comer. Por ejemplo, desde siempre y antes que fuera demasiado popular, voy a Tomás Joffré a lo de Silvano a comer sus inolvidables ravioles. Otro tanto me pasa con el Italpast en Campana, donde aterrizo a ponerme en las manos de Pedro Picciau, y donde siempre todo resulta bien.
El Candil. La cuestión es que pensé en el matrimonio Uranga, que pasan por la ruta 205 regularmente para controlar como viene el crecimiento de la soja en su campo, y me dije "vamos a ver". Sorpresa total. Justito en la rotonda de entrada a Lobos, un lugar puesto de una manera totalmente atípica para un restaurant como ese. Decoración impecable, manteles y servilletas fantásticas, vajilla y copas dignas de un buen restaurant porteño, y un servicio impecable, a cargo de Fabricio, el mozo que nos atendió.
A la hora de la comida, Leandro muestra una carta que tenía una oferta equilibrada. Ni demasiado larga, ni demasiado corta. Y como las pastas me gustan al punto de viajar para ir a encontrarme con un plato bien preparado, intenté tres aproximaciones: los cappelletis de pechuga de pollo; los raviolones de espinaca, ajo, parmesano y ricota, y unas crêpes también de espinacas, pero preparadas de forma totalmente distinta. Todos preparados de manera perfecta.
Soy cauto recomendando restaurantes, pero me detengo en este caso porque son de esos esfuerzos gastronómicos que hay que apoyar. Sobre todo porque, como suele ser frecuente en el interior de nuestro país, la gente local no tiende a reconocer un buen lugar cuando lo tiene a la mano. Y lógicamente, al no hacerlo, terminan por desaparecer, con lo que pierden todos. Lo curioso es que si vienen a Buenos Aires, pagan el doble de lo que pagarían allá, y quizás no coman tan bien. ¡Fuerza Leandro!
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Comer en Osaka ¡sin pescado! Tema peliagudo. Osaka, un restaurant que se las trae, porque se supone que tiene origen peruano, su menú trae platos nombrados en japonés, inglés, castellano y quizás en francés, y el 93 o 94% de las propuestas son a base de pescados o mariscos. Pero, un periodista de investigación como soy yo, no se da por vencido, y verá que se puede comer en este reducto de Soler al 5600 sin abandonar sus fobias o alergias gastronómicas.
El secreto para elegir. Creo que el secreto pasa por tres posibilidades, que se relacionan entre sí: 1) leer esta nota; 2) dejarse asesorar por el mozo Pablo, que está al mediodía; 3) tenga paciencia y lea cuidadosamente el menú que explica los platos detalladamente.
Eso sí, tiene que leer casi todos los platos, porque no están separados claramente los que son con pescados o mariscos, de los que vienen en base a pollo, pato o carne vacuna. Entonces lee: funghi crusted niku y resulta que se trata de unos trozos de lomo, con unos buenos porcini y algunos shiitake, todo cubierto de parmesano gratinado, y acompañado por un puré de papas bien preparado. Revise en el Osaka Wok , el Confit Nippon , el Yaspitame o el Yakiniku , también son confiables el Osaka Robata y el Lettuce Wraps . Lo que debe aclarar es que omitan en algunos de estos platos la salsa de ostras que suelen acompañarlos. Ah, y a la hora de los postres, pida la degustación de suspiros, un camino 100% peruano que vale la pena recorrer.
Sí quiero destacar que el servicio fue impecable, y el ritmo de la brigada de cocina, que está a la vista, no decayó en todo el tiempo que estuve.
Para terminar. Como ve, ha sido una Semana Santa movidita, pero productiva, que como siempre me encanta compartirla con usted que me lee. Espero la haya disfrutado.
Miscelánea enológica. Aunque no se reconozca, injustamente, a La Rioja como una provincia vitivinícola, la verdad es que lo es y desde tiempos inmemoriales. Esta semana probé Raza Argentina Syrah 2005 , de Bodega La Riojana, una cooperativa que despliega sus viñedos en los Valles de Famatina, al pie del nevado del mismo nombre. Es un vino muy bien hecho, con excelentes posibilidades de guarda, que la única crítica que merecería es que sigue la moda de las botellas pesadísimas, con adornos enchapados, totalmente descartadas, por ejemplo, en Europa. El vino de alta gama, como éste, vale por lo que hay dentro de la botella, si bien no hay que descuidar el packaging, pero soy de los que no me siento cómodo pagando por oropeles que no son de mucha utilidad. Como sea, si lo tiene por ahí a mano, pruébelo, y se sorprenderá.