Una violenta pueblada conmocionó a Baradero
BARADERO.– La muerte de dos adolescentes en un incidente de tránsito en Baradero derivó ayer en una pueblada, en la que vecinos furiosos (y activistas, según el intendente) provocaron desmanes y prendieron fuego varios edificios municipales, entre ellos la intendencia, y la casa del jefe de los inspectores de la comuna.
En la madrugada de ayer, Giuliana Giménez y Miguel Portugal, ambos de 16 años, habían dejado una fiesta de 15 años y se dirigían a la casa de ella a bordo de una moto. Estaban de novios desde hacía unos pocos días. En una esquina, por causas que investiga la Justicia, la moto aparentemente fue embestida por una camioneta en la que iban Luciana Romero y Jorge Miccuci, integrantes del cuerpo de tránsito municipal. El choque provocó la caída de los jóvenes, que no usaban casco. Giuliana murió en el acto; Miguel, unos minutos después.
La noticia del suceso corrió rápidamente por la ciudad bonaerense, situada 150 kilómetros al noroeste de la Capital, y causó la indignación de la gente al circular la versión de que el móvil municipal había provocado el choque en la persecución de los jóvenes. Romero es la jefa del cuerpo de inspectores de tránsito, cuestionado por los vecinos de Baradero.
Los dos funcionarios municipales, que no quedaron detenidos, declararon ante la Justicia. Según trascendió, negaron ese acoso a los jóvenes y dijeron que fue un accidente: un choque entre su vehículo y la moto. Ese testimonio se conoció varias horas después de que el caos se adueñara de la ciudad. Todo había empezado minutos antes de las 8, cuando centenares de vecinos empezaron una protesta frente a la municipalidad. Ese reclamo se transformó rápidamente en una enfervorizada pueblada.
Primero incendiaron la camioneta Ford F100 que participó del incidente de tránsito (con lo que se dañó una prueba para la investigación judicial). Inmediatamente fueron colocados neumáticos en la puerta de la municipalidad, cuyos ventanales ya habían sido destruidos a pedradas.
Con habilidad propia de quienes saben cómo encender gomas durante protestas, algunos manifestantes jóvenes, con rostros cubiertos, arrojaron los neumáticos dentro del edificio municipal.
El fuego avanzó por los muebles y quemó miles de expedientes. Los destrozos en la municipalidad fueron casi totales, aseguraron los bomberos. La revuelta popular se mantuvo durante algunas horas, con focos de incendio que alcanzaron, además, la Dirección de Inspecciones, el Registro Civil y el Concejo Deliberante, donde un edil habría sido herido en la cabeza por una piedra, según relataron vecinos. Muchos documentos oficiales fueron incendiados y la magnitud del daño aún no pudo ser calculada. También fue atacada una radio FM local.
La policía se vio desbordada por la reacción de los vecinos. Los agentes policiales de Baradero tuvieron que esperar la llegada de refuerzos de infantería de varias departamentales cercanas para imponer el orden. La tormenta, que empezó después del mediodía, fue, en la práctica, la situación que logró calmar a los enfervorizados vecinos.
"Esto fue vandalismo puro, no tuvo que ver con el enojo de familiares. Acá quisieron generar caos", dijo a LA NACION el intendente Aldo Carossi, del kirchnerista Frente para la Victoria (ver aparte). En los últimos meses se labraron más de 10.000 infracciones y están retenidas 500 motocicletas. "No las pueden retirar porque nadie tiene papeles", afirmó.
La Inspección General, a cargo de Pablo Scarfoni, quedó en el centro de la polémica. Y no sólo por estar dos de sus agentes afectados directamente por las muertes, sino porque el padre de una de las víctimas también reporta en esa repartición municipal. Hugo Portugal, en medio de la conmoción por la muerte de su hijo, reseñó la orden que los inspectores recibieron de Scarfoni: "Decía que había que cerrarles el paso a las motos para que no se escaparan".
El hombre también comentó que había comprado la moto a Miguel para que pudiese ir a la escuela técnica, donde cursaba segundo año. En ese colegio industrial se realizaba anoche el velatorio de los jóvenes.
"No quería que se hiciera justicia de esta forma", comentó Portugal al relatar que intentó sin éxito apaciguar a los manifestantes que atacaban los edificios públicos. Más allá de esa posición contra la escalada de violencia que siguió a la muerte de su hijo, el hombre aseveró que el choque fue provocado por sus colegas inspectores: "Ellos no tenían derecho a encerrar a dos chicos y quitarles la vida".
Según el padre, la inspectora Romero le había pedido que hablase con Miguel, ya que lo había observado conducir muy rápido en su moto. El chico respondió que respetaba los límites de velocidad. Esa información establece que los involucrados en el incidente se conocían. "Todos los inspectores conocían a mi hijo", dijo Portugal, que luego aceptó que la motocicleta tenía pedido de captura.
En tanto, la hermana de Miguel dijo anoche durante el velatorio que los testigos vieron cómo la inspectora Romero "pateaba" al chico cuando éste agonizaba en el suelo, en la intersección de las calles Anchorena y Gallo, el lugar del episodio.
Las circunstancias de las muertes son investigadas. Se abriría, además, una causa por la revuelta y el incendio de edificios. La locura que se apoderó de Baradero dio paso anoche al dolor colectivo por dos vidas que terminaron muy rápido.
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