Vicisitudes de un cajero
Durante las últimas semanas, las largas colas se volvieron parte del panorama habitual de los bancos. Marcelo Stievani es el cajero principal de la sucursal del Banco Provincia ubicada en Bernardo de Irigoyen al 900.
Tiene 43 años y trabaja allí desde los 18. Desde aquel viernes su vida, como la de miles de empleados bancarios, adquirió un nuevo ritmo: comenzar muy temprano y terminar muy tarde.
Cuando cada persona se acerca al banco para retirar todos sus ahorros, él como muchos otros tiene que ser la cara visible de un sistema que devuelve un "no" como respuesta. "Es muy difícil y hay que ser muy fuerte para no deprimirse, porque la gente que viene realmente necesita su dinero", dice Marcelo.
El miércoles último una jubilada se descompuso en la cola del banco al querer cobrar sus haberes y se le informó que todavía no se le habían acreditado. "Me dijo que tenía que comprar unos remedios que necesitaba para vivir", aseguró.
Sin dudarlo, este bancario sacó de su propio bolsillo 50 pesos y se los dio a la mujer. "A pesar de que todos estamos pasando una situación difícil por la restricción de efectivo, cómo hago yo para seguir viviendo si esa mujer se iba con las manos vacías y le pasaba algo", dijo Stievani.
El de él parece el rostro más humano que puede tener el sistema bancario.
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