"Aeroparque, Papa Charlie 04 vamos a iniciar el patrullaje por la Ciudad", dice Guillermo Cundino, de 44 años, subcomisario de la División Operaciones del Departamento de Aviación Policial porteño, que lleva puestas sus gafas negras de aviador. "Papa Charlie buen día, están autorizados", responde la torre de control. Entonces Cundino hace que las aspas del helicóptero comiencen a girar, y todo a su alrededor queda peinado contra el suelo.
Es un día algo brumoso, con vientos de cuatro nudos. Dicen que está ideal para salir a chequear si se cumple, o no, con el aislamiento social obligatorio.
El Airbus H135 inicia un ascenso suave desde el Helipuerto Baires Madero, a metros de la Reserva Ecológica de Costanera Sur. Este es el único helipuerto del país en donde operan vuelos civiles, de la policía y del SAME. Desde acá despegan los rescatistas cuando van a brindar asistencia. De pronto, esta mole negra y azul de casi dos toneladas, pasa a ser la única nave que sobrevuela la Ciudad. La cuarentena también despojó del tránsito a los cielos porteños.
"Tenemos el ojo afilado", dice Cundino, que comanda el helicóptero junto al subcomisario Pablo Hereñu. "En cuanto a lo que tiene que ver con el Covd-19, sobrevolamos la Ciudad para controlar que no haya gente donde no debería haber. Por ejemplo, fiestas en terrazas de edificios, partidos de fútbol en las canchas que están en el medio de las villas, en los clubes o en los parques. También controlamos los accesos a la Ciudad y las manifestaciones", explica Cundino a través del intercomunicador que hace que las voces se oigan un tanto robóticas.
Cundino está en la fuerza desde 1996. Primero fue parte del equipo de investigaciones forenses y luego fue becado para hacer el curso de aviador del Ejército Argentino. Ahora es uno de los diez pilotos del Departamento de Aviación de la Policía y uno de los dos instructores que, a su vez, forman a nuevos pilotos. En total, todo el departamento está formado por 23 personas.
Ahora hay un corte en la 9 de Julio y Avenida Belgrano. El Polo Obrero marcha porque dice que el Gobierno "no garantiza las condiciones materiales para la cuarentena". Pero desde 200 metros de altura, apenas se ven los estandartes que cargan los manifestantes. "Habrá un poco más de 100 personas. A nosotros nos toca hacer ese cálculo, como también tenemos que identificar a aquellos que provocan desmanes y ahí mandamos a las unidades de contención en tierra".
Él dice que la cuarentena, al menos desde su visión aérea, tuvo un alto acatamiento en la Ciudad. Pero que ahora el tránsito está cerca de ser el de un día normal.
Estos patrullajes, que convierten a la ciudad en una maqueta, se hacen una o dos veces al día. A pesar de que el helicóptero cuenta con equipamiento de alta tecnología, como una cámara con la que se podría ver hasta la patente de un vehículo, los pilotos sostienen que esto es un trabajo "bastante artesanal".
En la parte trasera suele ir un "agente táctico", que se encarga de controlar a ojo todo lo que sucede sobre el suelo. Además, cuando el helicóptero está en misiones de vigilancia, se encarga de conectar la radio a la frecuencia de cada comisaría, según el barrio que estén sobrevolando. De ese modo, escuchan en el acto si hay alguna emergencia de magnitud.
"En cuanto al asilamiento, acá arriba muchas veces llevamos funcionarios y vamos chequeando si los puestos de control están bien ubicados o si hay que hacer modificaciones. Es muy dinámico. Todo esto con un patrullero sería imposible. De hecho, ahí hay muchos autos, voy a avisar a la base", dice Cundino, mientras señala un peaje de la Autopista 25 de Mayo.
Las villas desde el aire son como una gran masa irregular que ocupan decenas de manzanas. Al pasar por encima de la villa Rodrigo Bueno, la altura ofrece de inmediato un contraste crudo entre la villa y las torres del Puerto Madero, que están a pocas cuadras de ahí.
El vuelo sigue sobre la villa 1-11-14, uno de los barrios populares más poblados de la Ciudad. Ahí abajo viven más de 40.000 personas. También, se ve como una masa impenetrable, excepto por cancha de fútbol, uno de los focos del patrullaje. Ese es casi el único espacio abierto del barrio.
Luego se dirige a Fuerte Apache y a la villa 31, que parece un mundo hecho de chapa, partido al medio por la Autopista illia. A 180 kilómetros por hora, el helicóptero puede dar varias vueltas a la Ciudad en cuestión de minutos. Por eso es una herramienta fundamental para la policía.
Cuando la pandemia del nuevo coronavirus no existía, el helicóptero, además de los patrullajes para la prevención del delito, transportaba en muchas ocasiones a las fuerzas especiales o participaba de tareas de rescate. De este modelo pueden descender cuatro agentes al mismo tiempo sobre la terraza de un edificio en llamas, por ejemplo.
También fueron importantes durante los Juegos Olímpicos de la Juventud y en la Cumbre del G-20, ambos eventos en 2018. "Recuerdo, en 2016, cuando vino el presidente Obama, íbamos con agentes del Servicio Secreto por delante de la caravana presidencial, vigilando el terreno y los balcones de los edificios. Los rusos trabajan distinto. Cuando vino Putin nos pidieron que estemos sobre la caravana", relata Cundino.
Luego de 40 minutos en el aire, es tiempo de regresar al helipuerto. A medida que pierde altura, la Ciudad recobra, de a poco, su tamaño real. El césped se vuelve a aplastar contra la tierra y el helicóptero toca nuevamente el suelo, en donde se convierte en un aparato inmenso y pesado. Enseguida los operarios se acercan para llenar el tanque de nafta. En cualquier momento puede volver a despegar.
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