Beber alcohol hace que los músculos del cuerpo se relajen, incluida la válvula muscular que separa el estómago del esófago.
Esto puede hacer que la válvula se abra más de lo que debería, lo que permite que el ácido del estómago escape al esófago.
Esto puede causar acidez, dolor y otros síntomas de reflujo.
1. Reflujo ácido
Una noche de consumo excesivo de alcohol puede provocar que el revestimiento del estómago se inflame, lo que provoca síntomas como náuseas, dolor de estómago o malestar durante uno o dos días.
Esa inflamación es temporal y puede curarse rápidamente en unos pocos días.
El alcohol también puede aumentar el riesgo de sangrado en el tracto digestivo.
2. Inflamación y sangrado
Cuando se consume alcohol, el estómago absorbe una pequeña cantidad y los intestinos absorben o descomponen el resto.
Pero si se toma demasiado de una sola vez (más rápido de lo que el cuerpo puede absorber el alcohol), se terminará mezclando más alcohol de lo normal con los microbios de los intestinos.
Esos microbios pueden descomponer el alcohol, un proceso que puede producir gases y provocar hinchazón, dolor y presión en algunas personas
3. Gases y distención abominal
El alcohol atrae agua hacia el intestino, lo que puede provocar heces blandas.
También puede afectar los nervios de la pared intestinal que controlan los movimientos intestinales, generalmente acelerándolos y contribuyendo a la diarrea.
Por razones poco comprendidas, dice, el alcohol puede tener el efecto opuesto en algunas personas: puede ralentizar los movimientos intestinales y empeorar el estreñimiento.
4. Hábitos intestinales anormales
Las investigaciones sugieren que incluso un solo episodio de consumo excesivo de alcohol puede hacer que el revestimiento intestinal sea más permeable.
Eso puede permitir que las toxinas del intestino se filtren al torrente sanguíneo, causando inflamación en todo el cuerpo.
Tener un revestimiento intestinal más permeable puede aumentar el riesgo de desarrollar una enfermedad hepática.