Un salto de agua de ocho metros al que se accede desde Characato, a 36 km de La Falda.
Solitario y agreste, al paraje Characato lo llaman “la morada del silencio”, pero conviene avisar que allí el canto de los pájaros empieza al amanecer y sigue hasta que las chicharras despiden el día.
Con esa banda de sonido, tras unos 30 minutos, se llega caminando desde el pueblo a la cascada Las Bandurrias, un salto de ocho metros de alto que es tan disfrutable desde arriba, donde las rocas forman un atalaya que domina toda la panorámica.
1. Cascada Las Bandurrias (Córdoba)
Escombros de una villa turística convertida en escenario de producciones fotográficas.
Nunca faltan los fotógrafos, un equipo de filmación, las huestes de alguna productora, visitantes ocasionales todos.
A casi 40 años de su apocalíptica transformación, las ruinas de Epecuén muestran su condición de pueblo fantasma sobre un gran fondo gris plata de polvo y sal.
2. Epecuén (Buenos Aires)
Es la mina del cerro Áspero, en el límite entre Córdoba y San Luis, muy cerca de Merlo que funcionó hasta los años 70.
Hay que tomar el camino que va desde Lutti, en el valle de Calamuchita, hasta Merlo, en San Luis.
Hoy ofrece capacidad para unas 40 personas entre dormis y albergues (siempre sin ropa de cama).
En el restaurante se sirven sándwiches de bondiola, de jamón crudo, vegetariano, o pastas caseras, y, de postre, panqueque.
3. Pueblo Escondido (Córdoba)
Los restos de una capilla neogótica a 20 km de Bragado.
Para 1914 ya había una capilla neogótica, un lago artificial, una pajarera, una glorieta, más dos jaulas inmensas que albergaron animales salvajes (entre ellos, varios leones) y un oso polar que requirió la instalación de una fábrica de hielo para mantenerlo vivo.
Hoy, a duras penas quedan las ruinas de la Capilla del Sagrado Corazón y están los senderos de ligustros, cipreses y eucaliptus que trazan recorridos muy bien señalizados.
4. Montelén (Buenos Aires)
Una sucesión de saltos de agua y un gran pozón que es célebre en todo Punilla.
Esta célebre cascada rompe todos los moldes con su formidable sucesión de saltos naturales en medio de una formación rocosa, que desemboca en una olla de 30 metros de diámetro y 11 de profundidad.
Es tan generosa que la pueden disfrutar los chicos, los grandes, los que quieren desafiarse como clavadistas y los nadadores.